Confidencias en el Jardín de Epicuro

Reproducimos esta transcripción que nos llegó de una conversación con Rafael Kries. Para quien no lo conozca, Kries fue un obrero perteneciente al Cordon Vicuña Mackena donde fue encargado de redactar la histórica carta de los cordones industriales a Salvador Allende  pocos días antes del golpe de Estado en Chile, evidenciando el sentir de un proletariado en lucha que ya presagiaba instintivamente el desenlace fatal que se avecinaba. Kries actualmente se desempeña como profesor de economía entre otras disciplinas.Si bien el texto no aborda específicamente el tiempo histórico que mas llama nuestra atención, es un relato interesante y muy rico en aportaciones de diversos campos del conocimiento, que constituyen la experiencia de una vida en permanente critica y cuestionamiento con la realidad existente.

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Confidencias en el Jardín de Epicuro

(Conversaciones en el patio trasero).

Santiago  de Chile. Diciembre 2017.

Rafael Kries

Diversas categorías sociales, como reyes, piratas o magos, hoy definidas
simplemente en términos ideológicos se han ido diluyendo con el tiempo,
mientras otras aparecen. Categorías sociales y conceptos cambian en el
tiempo.

Lo mismo pasa con muchas nociones del marxismo, porque en tanto la
estructura del sistema sobreviva, el reconocimiento de la existencia de
ciertos grupos y las relaciones asociadas a ellos incluso modificadas,
ha llegado a ser prácticamente un lugar común o parte de cierto lenguaje
cotidiano

Explotación, producción de mercancías, relaciones y fuerzas sociales,
fuerzas productivas y otras que, aunque no sean recuperadas a plenitud,
pasan a formar parte del lenguaje social o tecnocrático.

Incluso el lenguaje y conceptualización del pensamiento crítico  es
tomado, por la ideología de la burguesía para asimilar parte de él en
una visión desarrollista, idealista, objetivista o naturalista en las
ciencias sociales. No así otras que son dejadas en la oscuridad tales
como el valor, la forma de valor o la acumulación e incluso la riqueza.

Lo mismo pasa con la epistemología en que  a modo de ejemplo, la
institución como estructura se desgaja del proceso que la constituye, o
la libertad se separa de los seres humanos para atribuírsela a las
relaciones jurídicas aisladas de lo político.

La falsedad epistemológica no puede ser eliminada por el sólo uso de la
lógica o la precisión conceptual. En nuestra sociedad hay una falsa
conciencia necesaria, una episteme cuya falsedad no está en sus pautas
de verdad sino de la existencia social que afirma y ratifica.

Los clásicos griegos tienen un enorme peso en mi pensamiento político.
Los grandes historiadores de la filosofía dividen a esta última en un
antes y después de Sócrates. No lo creo así; coincido en eso con
Nietzsche, en que Sócrates representa un punto de inflexión que inicia
una decadencia en la que estarán ubicados Platón y Aristóteles con su
meta-física.

La cúspide del pensamiento clásico y del período lozano de la historia
griega fue Protágoras, casi contemporáneo de Sócrates. Ese pensador fue
quien dijo que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Venía de
Abdera en torno a la Olimpíada 80 y debió arrancar de Atenas en la
dictadura oligárquica de los Cuatrocientos, por uno de sus libros, en
que escribió: “Acerca de los Dioses, no sabría decir si existen o no…” y
creo que agregó: pues me falta información, anticipándose a Epicuro.

Por cierto, la siguiente dictadura aristocrática de los Treinta en
Atenas, condenó a la cicuta a un número de ciudadanos que si los
pusiéramos en escala respecto a la población chilena actual
representaría casi medio millón de personas. Una masividad como la de
Süla en Roma, otro militar y personaje mítico de los conservadores al
estilo Pinochet.

No es extrañar que Dilthey distinga dos generaciones entre los
denominados sofistas, pues los griegos consideraban a Protágoras,
Gorgias y Sócrates como una oleada generada en torno a la Guerra con los
persas y víctimas de la posterior guerra civil del Peloponeso.

Así permite distinguir a esos sabios-sofistas por su defensa de la
libertad de opinión y una práctica educativa basada en una más estrecha
relación maestro-discípulo, de otra ola posterior centrada en la
obtención de dinero a través de la enseñanza, desprestigiados por Platón
y el conservantismo..

Si se les reprochara a los llamados sofistas, enseñar un pensamiento
débil, como el que algunos atribuyeron a los pensadores posteriores al
Mayo del 68 en París del s XX, tal vez fuera por no haber claudicado de
la idea democrática, y haberle dado permanencia a la palabra escrita a
través de los libros de enseñanza y las bibliotecas.

Nietzsche por el contrario los consideraba fuertes, como personajes
transgresores del conformismo. Sea como sea, y con seguridad anclados en
los equilibrios que impulsan procesos de reordenamiento de las
relaciones políticas con los Nomothetas, ellos convirtieron al hombre en
“el sujeto de atención”, casi como en reacción al primer despliegue del
Logos.

Anaxagoras, discípulo de Tales, es el hombre que descorre la cortina del
pensamiento del Logos, aunque otros mencionan a Pitágoras. Anaxágoras
sitúa a la vida como un instante de equilibrio, ubicado entre los
límites del Apeiron –lo indeterminado o  informe–, y concibe al logos
en alguna forma inclusiva de lógica y ánima, de cálculo y suertes.

En ese instante histórico del pensamiento, los primeros sabios piden al
presente hacer justicia al pasado y al futuro. Yo no veo en eso una
conclusión analítica. Veo un punto de síntesis, en su originalidad, en
su inocencia, en su audacia de pensar y vivir libremente, de un pueblo
que se exige algo que en nosotros debería plantear abrir nuevos espacios
de pensamiento y de vida.

Pienso que reconocer la incapacidad de la mente para resolver todo
problema sistémico, o del mathema, no es suficiente superación del
cierre cognitivo. Los psicólogos evolutivos no logran demostrar que la
parte emocional, intuitiva, sentiente, o como se busque conceptualizarla
sea sólo una parte pasiva de la constitución de respuestas de la mente,
al modo simplemente de un Banco de Datos, sensibles.

La consciencia del hombre, tomada en la forma más abstracta posible, no
es simplemente un tema particular-y-del-individuo o del mensaje sino de
la interacción de grupo, algo que incluye al grupo, y por último ella es
mucho más que un tema de Hardware o una especie de Software de un
computador compasivo.

La conciencia del hombre social moderno es un momentum, la extensión de
procesos de pensamiento en que ambos planos –el del mathema y el de la
emoción– logran una síntesis, una nueva recapitulación creativa, un
fenómeno individual y social emergente que al modo de palanca hace al
grupo y de éste al individuo ser capaces (capaz) de verse a sí mismo y
al verse a sí mismo, crear una Ekopoiesis, vivir un imaginario y un
Cosmos.

La especie hombre ha pasado de una larga fase milenaria constituidora de
su biología y centrada simplemente en lo reproductivo a una fase más
compleja en que lo biológico y lo reproductivo adquieren carácter
social; pasan a ser condiciones y elementos de un período creativo del
espíritu, al que llamamos Pre-historia e Historia.

Las formas que el hombre venía reconociendo en la naturaleza, las
consolidó claramente como fundamento de su espíritu y esa capacidad no
lo ha abandonado nunca. A ese largo proceso de cientos de miles de años,
que es el fundamento del que surge nuestra consciencia, lo denomino la
Nomo-poiesis.

El aspecto externo y condicional de aquello que encontraba en su decurso
y vagabundaje dejaron de serlo, para ser factores activos y conformantes
de su experiencia de caza y recolección y con probabilidad de
comportamientos.

En el desarrollo de esas articulaciones que observamos y mucho antes del
surgir de los primeros reinos e imperios, y en el despliegue de esa
creatividad y nueva potencia psíquica, –en un proceso en que  pasaron
decenas de miles de años–, es posible advertir un momento fundamental
de desarrollo cualitativo de la especie y del homo sapiens, la
constitución de la consciencia-existencial. La idea, tal vez confusa en
su inicio, de existir.

Es sorprendente que de casi los 200 mil años de presencia del Cromañón
en la superficie de la Tierra solo en la última mitad éste haya
desplegado su potencial de reflejar simbólicamente su pensamiento, lo
cual está asociado a la expresión de existir. Los homínidos hemos
manejado artilugios técnicos por centenares de miles de años –el más
evidente es el fuego– y sin embargo la creación o surgir de la
consciencia-existencial o humana, tiene menos de 100 mil años.

Nuestro más apreciado y codiciado tesoro, la consciencia y el habla
articulada y simbólica, según nos lo relata Hesíodo en su Prometeo
Encadenado, es en los eones del tiempo una creación reciente. Tiene  tal
vez unos 70 mil años. Muchísimo más reciente aun, desde luego, es el
surgir de la cultura y el cultivo, la religión y la guerra, las cuales
no tienen mayor antigüedad que unos 10 mil años.

A esos procesos los llamamos de la Revolución Neolítica, cuando  se
crearon otros dispositivos claramente diferentes a los que estaban en la
base de las relaciones humanas en el paleolítico basadas en la caza y
recolección, y que correspondieron a nuevas necesidades y exigencias que
surgieron del cultivo y de las nuevas formas sedentarias de vida en
relación a las anteriores.

Han pasado un centenar de miles de años y el pensamiento del hombre, su
espíritu, los productos de su mente y los contenidos de su conciencia
siguen construyéndose sobre esa base fundamentalmente mitológica, pero
basada en el reconocimiento de la entidad de lo que existe y de su
potencia.

Por eso los fundamentos de la consciencia y/o simple conciencia no son
aspectos de orden cuantitativo o de manejo de Data. No son en lo
fundamental de orden lógico, aunque puedan hoy estudiarse los
comportamientos como externalidades numéricas para manipular la parte no
racional e inconsciente de un grupo humano. Véase como manejan hoy las
elecciones las encuestadoras, medias y constructoras de resultados
electorales. Casos de Trump  Macri o Piñera.

Con el Cultivo y la Cultura, constituidos en nuevas capas de
comportamiento sobre la conciencia y el Mito se genera un proceso
extraordinario para la especie que crea inmensas fuerzas productivas y
destructivas desconocidas para el grupo Cromañón.

Un proceso que cambió su fisiología, su mentalidad y su hábitat, con una
magnitud sólo equivalente a la del descubrimiento o control del fuego,
cuando el homo sapiens no existía aun sino, tal vez, como posibilidad.

Nada de esos imaginarios e instituciones había traído el surgir de la
conciencia de existir. Ciértamente podem os hablar que un centenar de
miles de años antes ya se constata la socialidad del Neanderthal,
excepto que no hay huellas que la haya constituido con la creación del
discurso de imágenes: el Mito.

Es el Mito, que es expresión de esa conciencia-de-existir, el que abre
la cortina de la evolución no-natural sino mágica y expresiva hacia los
derroteros de la creación humana. En el Mito y las formas lúdicas que lo
acompañan, el éxtasis chamánico encuentra la expresión a-temporal de esa
nueva capacidad psíquica.

Un segundo nivel de sociabilidad surge con la Revolución Neolítica y el
vivir sedentario. Las estructuras sociales se consolidan no sólo como
proveedores de bienes  sino como mecanismos de expoliación y control. La
actividad social productiva se hace producción, y se trabajan las
tierras progresivamente segmentadas según estructuras de propiedad.

Se mantenía a los hombres aglutinados bajo un Estado de Captura y
expropiación del Universo, que la nueva socialidad, a través de sus
jefes-sacerdotes ordenaba como un Cosmos.

Esto desde luego se vio, a poco andar, en problemas, No sólo por la
explosión demográfica que trajo consigo sino por la inevitables
resistencia a la expoliación, que los grupos con dominio podían ejercer
sobre el conjunto social.

Así la especie nuevamente estuvo en un impasse, que por cierto duró
muchos miles de años. Desde luego tampoco podemos estimar la importancia
de los procesos sólo por el tiempo que hayan durado. Fíjense en el
inmenso impacto que ha tenido el Capitalismo, que ya se ha hecho a sí
mismo inviable, cuando apenas tiene unos cinco siglos.

Pienso que hay que ponderar de alguna manera que la
consciencia-existencial que está por decirlo así en la base de lo que es
“estar siendo Humano” y con ella el lenguaje simbólico, pueden estimarse
en unos 70 milenios, respecto de los cuales los procesos que connotamos
como producción, familia, religión, cultura apenas deben tener unos 10 o
15 milenios.

Por cierto si establecemos algún tipo de escala, la edad de los metales
y con ella los imperios conocidos, empezaron hace un máximo de 6 o 5 mil
años atrás,

Pero volvamos a ese gigantesco impasse que generó el surgir de la
agricultura y la ganadería, y el prosperar demográfico de las
comunidades que asumían esos procesos de cultivo y pastoreo, y de
cultura: con procesos y estructuras de dominio, esclavitud, estado,
guerra permanente, realezas, y desde luego segmentación y  acentuación
de roles, apropiación/expropiación de tierras, clanes familiares.

Interesante será el estudio de las relaciones de género en ese
maremagnum, tal como lo expresan la visible contradicción entre
estatuillas de la Diosa-madre y del Padre o Cielo en las diversas
versiones y cultos.

Me parece evidente que el Chamanismo y la magia no fueron mecanismos
suficientes para enfrentar la intensidad de esos conflictos, su tensión
y violencia cuando se expresaban, la atomización que debe haber
producido entre distintas fratrías, la acentuación de sus mutuas
aprensiones y recelos.

Era necesario descargar hacia afuera esa tensión en cada grupo, re-ligar
en torno a  algún nuevo tipo de esperanza, generar una nueva fuerza
psíquica aglutinadora. Creo que allí están las bases del emerger de la
religión, lo sagrado y una nueva relación con la muerte..

Como Uds saben se ha logrado estudiar en cierta profundidad las formas
de veneración chamánica y mágica en las regiones central asiática..
Desde luego no hay acá fenómenos puros y perfectamente originarios. Se
observa el culto del fuego, los ritos de la caza, de la reproducción y
la conciencia de existir y morir.

Incluso se ha observado la distinción de roles entre el auspiciador o
Chamán y el sacrificador o sacerdote, el cual probablemente sea un
aporte más moderno.

La manera de religar a esos grupos, tal que permitió desplegar ciertas
posibilidades sociales que fueron inventando o descubriendo, fue el
desarrollo de un mecanismo poderoso que rompe al grupo y a su entorno en
dos sectores, uno profano y otro sagrado. La religión surge de esa
ruptura del grupo social, que ella religa a través de la administración
de aquello que exige lo sagrado: la occisión ritual.

¿Cómo se  generó el sentimiento de lo religioso? No lo sabemos en tanto
proceso neuro-lógico, aunque actualmente haya estudios respecto qué
sectores del cerebro se activan en ese sentimiento.

Pero lo realmente importante, una vez que sabemos que surge, es entender
que llenó una necesidad social y generó la administración  de una
distinción previamente desconocida entre lo profano y lo sagrado, entre
el habitat y el misterio, pues uno y otro se excluyen.

La religión es la administración de ese fenómeno, dice Roger Caillois,
un dispositivo que establece y fortalece un sentimiento de temor y
esperanza de salvación de la muerte. ¿Qué hay de nuevo en esa muerte
respecto a la consciencia de dejar de existir que la sociedad ya había
logrado?: lo hablaremos un poco más tarde.

Esa administración genera en todo el grupo religioso, un sentimiento de
dependencia íntima, individualizando a los miembros del grupo respecto a
un nuevo poder psicológico instaurado, que lo aísla psicológicamente del
sentimiento de destino grupal excepto en el rito propiciatorio, el
holocausto.

El sentimiento de lo sagrado es el desplazamiento de la tensión psíquica
hacia afuera del grupo de manera de evitar que este se desplome. Sagrado
no es el reducto en el que se vive sino que es la selva, la tundra, la
naturaleza incontrolada, aquello que frecuentemente destruye una vida.

Y lo sagrado era entonces la posibilidad de desplegar esa violencia
interna, hacia fuera del grupo y de su habitat: canalizarla
institucionalmente y tener la ilusión de que uno estaba en el lado y
estadio opuesto. La guerra y el chivo expiatorio son solo mecanismos de
esa necesidad.

Desde ese momento no ha habido paz en el planeta, ni hay posibilidad aún
de superar las tendencias al homicidio masivo del próximo holocausto.
Desde ese estadio de relaciones y utilizando todos los medios
civilizatorios y culturales, un período en torno a los 9 a 7 mil años
atrás, tal como nos dice la paleontología, desplegaron todos los grupos
llegados a la agricultura y a la cultura ese mecanismo que conocemos
como la guerra y el sacrificio ritual.

Vivimos desde la Revolución Neolítica y el surgir de la agricultura y la
ganadería en una situación permanente de guerra y de canalización de
tensiones mediantes holocaustos que expresan no la conciencia
existencial de morir sino la disposición y voluntad de matar a otro,
para mantener lo que consideramos el orden cósmico y social.

Nada es mejor expresión de la cultura, hasta nuestros días, que las
masivas y sucesivas matanzas con las que se apacigua a los Dioses,
incluídos los lares, al dinero, y a las guerras de todo tipo. Que ellas
sean de conquista o el holocausto sea hecho para tomar Troya, castigar a
los Persas, avergonzar a Vencigetorix, aplastar a los Armenios o
eliminar a los Judíos, su trasfondo –a lo largo de milenios– es
liberar una tensión que no encuentra canalización positiva en el
interior de los sistema de clases, castas y especialistas.

Por eso tiene razón Heráclito d dice: en el origen de las cosas está la
guerra. Yo le atribuyo ese origen a esa segunda sociabilidad, que ya he
mencionado, relaciones de las cuales surge la guerra y la necesidad de
descargar el sentimiento de la culpa propia en otro.

La guerra al igual que los Holocaustos no surge –en su fundamento– de
problemas político/militares, o económicos como lo piensa cierto
marxismo ingenuo, No hay guerra de la que no se haya tomado botín,
asesinado a grupos humanos, y que no haya sido bendecida por los dioses
con sus sacerdotes respectivos.

Pero,¿es posible superar los fundamentos de esa enajenación sin
reordenar la reapropiación de nuestra herencia global?  El capital es la
más perfecta expresión de nuestras actuales contradicciones, su magnitud
dineraria, su inestabilidad, su incapacidad para reequilibrar el propio
proceso mundial de acumulación nos augura tiempos caóticos a futuro.

Así mismo no es posible imaginar la superación de las religiones, las
guerras o del pensamiento unidimensional si al mismo tiempo no somos
capaces de superar los elementos que están detrás de su surgimiento y
que los hacen posibles, tales como la gigantesca expropiación de su
riqueza que sufre la humanidad por un puñados de millonarios, así como
el empobrecimiento de la vida psíquica, sexual, estética, ética, lúdica
etc. por imaginarios e instituciones hoy fuera de nuestro control.

En ese segundo nivel de la formación social global en la que vivimos en
este s XXI estaríamos obligados a pensar como re-absorver el estado,
como gestionar de nuevo modo las actuales fuerzas productivas, y ver
como reasumir la dicotomía profano/sagrado, sin destruir la psiquis y el
planeta.

Lo que nos liga desde el Neolítico, es la idea de que hay algo sagrado,
la constatación de que hay algo que no es domesticable, que no es
fragmentable, a la cual se debe temer porque se refiere a algo
sustancial.

Lo sagrado se expresa no sólo en el Holocausto y la Guerra, como
mecanismos para preservar el orden, y en sus administradores, sino en la
relación tabú y libertad. Juego psíquico permanente, dado que el tabú se
presenta como un imperativo categórico, estableciendo el límite cultural
y psicológico entre lo permitido y lo prohibido.

La integridad del cosmos se asocia al tabú. El orden y la estabilidad se
transforman en preceptos y éstos se trasladan a la disposición social,
amenazada por el caos, la cual se hace intangible y se naturaliza. Si se
generan situaciones de confrontación  son canalizadas ritual o
socialmente integrando al adversario, si el desequilibrio es mayor se
desatan ritos y procesos de expiación y holocausto.

Hace unos 10 mil o 15 mil años la especie humana vivió un salto
cualitativo, dado  que de poseer elementos civilizatorios y una
consciencia de estar y existir, pasó a poseer una nueva fuerza psíquica
intangible: lo sagrado.

Ella se expresaba en el Dominio y en la aprehensión de un hecho
vinculado a algo definitivo: la muerte y la voluntad de matar.
Parafraseando a Elíade podemos decir que lo sagrado no sólo es
indisociable de la violencia sino de la voluntad de matar, de llevar a
un existente a ser.

La nueva estructuración del enjambre y de su actividad social y psíquica
–surgida de un cambio en la actividad y fuerzas disponibles y su
aprehensión de lo sagrado– permitió  multiplicar la población, crear lo
que denominamos producción y cultura, creó la no-propíedad y la
estratificación social junto a sus especialistas, creó la gramatología
familiar y lingüística, las religiones y los estados de captura y
guerra, todos ellos procesos y estructuras que siguen aún fuera de
control.

Necesitamos con cada vez mayor urgencia ser capaces de enfrentar el tema
del dominio y de la violencia sagrada, no sólo de la guerra o las
injusticias, de la violencia de género o contra minorías, o contra esa
idealización mentirosa que incluso hoy oculta a nuestros niños el pasado
antropófago o carroñero de nuestra especie.

La izquierda no lo hace, porque la izquierda, separada del fenómeno
social que estuvo en su surgimiento en la Revolución francesa, es
simplemente racionalista, positivista, liberal. Su lectura del marxismo
es hegeliana en el mejor de los casos.

La Edad de los metales que ubicamos como surgiendo hace unos 5 mil a 7
mil años atrás  profundizó la consciencia de la vida y de lo sagrado,
así como las relaciones de dominio y sus técnicas. En Europa restos
arqueológicos muestran las primeras masacres de poblados enteros en que,
en oportunidades, el grupo atacante se robó las hembras jóvenes.

La Edad de los metales permitió incluso un sincretismo con la situación
anterior expresadas en diversas estructuras mágico-religiosas del ser
humano, las cuales se generaron a casi todo lo ancho y largo del
planeta, mostrándose como un fenómeno y capa casi general de la
conciencia.

Esa estructuración paradigmática, es decir que estructuraba patrones de
conducta, y las ideas de verdad y certeza que traía consigo, tuvo un
momento particular de crisis y desarrollo con la creación y maduración
en los griegos del Logos.

El Logos significó muchas cosas entre ellos, pero en especial para sus
sabios y filósofos, quería decir “según cuenta y razón”, es decir
unificaba en una nueva noción las reflexiones de un pueblo agricultor,
pastor y guerrero con la búsqueda de síntesis de su actividad mercantil,
tal como parecen revelarlo las dicotomías Orfeo-Zeus o Apolo-Dyonisos

Yo me he preguntado ¿Cuales fueron los elementos y fundamentos que
permitieron esa posibilidad? ¿La riqueza y contraste de diversas raíces
religiosas y su capacidad de sincretismo? ¿Las amenazas de absorción o
destrucción por grandes imperios? ¿Las sucesivas olas de pueblos
inmigrantes y la introducción de las técnicas de los metales? Todas esas
cosas sucedieron a los Fenicios, a los pueblos del Nilo y a los de la
Mesopotamia y produjeron resultados muy diversos.

La aparición del Logos debe fundamentarse en otra cosa. En algo
específico de su forma de vida, tal como la ambigüedad Apolo- Dionisos,
pero que se constituye en palanca transformadora de su vida social: ella
es la relación humana que se expresa como valor.

Creo al igual que Sohn Rethel, que lo que estuvo detrás de esa
posibilidad, fue que dentro de su actividad mercantil se expandió el uso
de un dispositivo descubierto en Lidia, un reino vecino: la moneda.

La moneda es un mecanismo aparentemente simple pero misterioso,
representa algo concreto pero ese algo tiene en sí la ilusión de lo
universal, cualidad restringida hasta ese entonces a los Dioses.

No obstante, a diferencia de éstos, toma una forma sensible, la cual
adquiere permanencia, permite el juicio y remite en sus interrelaciones
a las cosas mismas. Se establece en el espacio del uso cotidiano, de lo
profano, de las actividades del intercambio que conforma el mercado pero
que transforma a la sociedad.

La moneda es la manera en que se expresa una nueva relación que ha
aparecido  entre los seres humanos: el intercambio como valor
desarrollado a un nivel superior que el simple trueque.

Esa nueva modalidad de intercambio ha traído al escenario social de la
sociedad griega clásica una relación y figura social emergente, la forma
de valor, la cual sintetiza la duplicidad social de la mercancía: las
cosas ya no son intercambiadas sólo según su utilidad sino según su
valor.

La moneda es un dispositivo poderoso, expresa una cantidad de valor
concentrado en un trozo de metal, el cual es atesorable, divisible
proporcionalmente, y su uso como trozos de la mercancía que la expresa
favorece la racionalización del mercado.

La moneda es la materialidad en que la modalidad de las nuevas
relaciones, cobrara objetividad como forma de comportamiento a los ojos
del pueblo griego. Hay una metafísica real en las relaciones humanas, y
ella sustenta la reflexión filosófica. Las relaciones de esclavitud
patriarcal que ocupaban un lugar central en la producción ceden su
espacio –parcialmente– a la esclavitud mercantil de las minas de plata
de Laurión que favorecen la expansión imperial de Atenas.

¿Cómo fue que cobró importancia esa forma de relacionarse, en las
estructuras del vivir y pensar, cuando ella se daba ya primariamente en
el intercambio y en la lucha de esos imperios por cientos de años?

La clave estuvo en que ellos recogieron la forma dineraria del imperio
vecino y esas modalidades de relacionamiento (formas sociales) exigen y
acostumbran a un tipo de interpretación que segrega, segmenta y opone la
cualidad de un objeto vinculada al uso, utilidad y absorción orgánica,
al carácter inicialmente extra-social del cambio, generando entonces
–al internalizarlo dentro del grupo– una mentalidad esquizofrénica.

Desde luego todo lo que les he expuesto es un resumen muy pobre,
respecto a los procesos que construyeron la mentalidad contemporánea.
Antes de responder qué es ese núcleo duro de identidad que imaginamos es
el ser social contemporáneo, hemos venido respondiendo qué va siendo
cada capa  de mentalidad asociada, las cuales constituyen el fundamento
de nuestras figuras de subjetividad actuales.

He mencionado así el profundo abiss que a través del reconocimiento y
percepción de formas –no de sombras como imagina Platón– dio sentido
simbólico a nuestro pensamiento y con ello un lenguaje discursivo y
argumentativo, ubicándonos como especie entre la integración a y la
percepción del ritmo y armonía de la naturaleza.

¿Es eso filosofía? : No, en el mal sentido que cobra esa palabra en
tanto meta-física e ideología. Sí, si advertimos que allí no hay nada
que no sea descripción de lo que sabemos de la existencia y consciencia
primaria y su evolución.

Vimos de seguidas, segmentarse al grupo con la Revolución Neolítica y la
cultura, y establecerse el conflicto y la necesidad de lo sagrado como
plataformas en que la vida social y la consciencia se reconstruyeron,
para llegar después con la Grecia Clásica a la comprensión de un nuevo
plano superior de articulación de fuerzas sociales y el universo a
través del Logos.

Ubicamos al interior de esos procesos los mecanismos que de ellos se
generaron como la Magia extática y simpática, la razón general de la
actividad  de dominio, el Estado de poderes instituidos, y la religión
ritualizada como administración de lo sagrado, para llegar al Logos y la
Democracia como expresión de una sociedad con moneda y mercado.

Hemos visto el surgir de una mentalidad esquizofrénica que pervive entre
nosotros. Ella está compuesta de modo desigual, heterogéneo y combinado
por las diversas capas geológicas del pensamiento, que se expresan
dentro de un ámbito unitario epistemológico, correspondiente a la
conformación social de cada época y lugar. Trayendo consigo, además, la
angustia existencial  y el sentido mitológico que fundamentan también
nuestro pensamiento del presente.

En los procesos que conocemos de la historia mundial observamos a los
distintos grupos, surgidos del enjambre del Cromañón, aglutinarse –no
solo en el pasado– en grupos etnográficos, lingüísticos y/o raciales
sino también en función de ideas de verdad e ideología, de aquello que
consideran el sentido de su vida, articuladas en cada episteme
temporalmente prevaleciente así como también de intereses económicos,
políticos, de estratos, grupos y  clases sociales. Comportamiento,
episteme, tekhne y ontología no son realmente separables

Por eso creo que cuando surge el pensamiento griego clásico en las Polis
y se expanden en forma rizomática las nuevas actividades y mecanismos,
interpretaciones y teorías del Cosmos y la Sociedad, las herramientas
del pensamiento de la sociedad mercantil capitalista puede allí también
reconocer sus propios fundamentos. Tal como lo hicieron los pensadores,
intelectuales y padres del Renacimiento de la Academia de Marsilio
Ficino en Florencia.

La sociedad capitalista desarrolló la razón  haciéndola doblemente
racional, al igual que en su análisis numérico, pero no podía buscar
como el mundo griego el Arkhé o principio en el origen del ciclo de vida
que ella desataba sino en su conclusión, en la ganancia y el progreso.

Incluso las palabras debieron de cambiar su sentido en la transición de
sde la sociedad feudal y su pastoreo de almas hacia la nueva forma de
vida impregnada de la forma del valor, para describir la nueva dinámica.

Tal es el caso de la idea de progreso, que en la sociedad medioeval
significaba  avanzar a la senectud y la muerte; incluso a qué es sagrado
cualidad que finalmente es asignada a la propiedad y no al alma o al
bien común.

Con la maduración del capitalismo el nuevo poder social podía ser ahora
representado. El paradigma de análisis dejaba de ser la semejanza, como
nos muestra Foucault, para ser ahora la posibilidad de comparar
contenidos. El método dejaba de ser de semejanza y reflejo para hacerse
dialéctico o analítico deviniendo el concepto en la síntesis, tras una
formulación especulativa, y no la síntesis de lo concreto como Marx le
reclamó a Hegel.

Para la época de la conquista de América los Estados del centro del
nuevo sistema capitalista en desarrollo se hicieron nacionales,
soportando la inmensa falsedad cotidiana de su supuesta homogeneidad
interna. La Ciencia, en los siglos siguientes, como reducción práctica
de Roma del pensamiento griego sobre la Physis, podía ahora clasificar y
tomar al mundo como objeto y al sabio como sujeto.

El mundo no sólo se había transformado en un almacén de mercancías sino
que nos había transformado en feriantes.

El sentido común y experimental de la burguesía, surgido de su origen
artesanal y práctico, así como éste lo era del pensamiento mágico, podía
ahora fundar en la inducción su certeza, aspirando a verdad.

 Pero el pensamiento de la sociedad capitalista, como reflexión y
filosofía era incapaz de sobrepasar  a la metafísica
clásica,–recuérdese la Tesis XI– excepto en lo que genera la actividad
experimental, la cual produce un oscurecimiento de la ilusión de verdad
que la construcción contradictoria del valor y el Logos habían traído
consigo.

Pocas ideas en la Historia de la Humanidad tienen el poder explicativo
de las de esas páginas que empiezan con “en la producción social de su
vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias,
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden
a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales…” y en algún punto agrega en la cadena de argumentos  “Por
eso la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede
alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos que estos objetivos sólo
brotan cuando ya se dan, o por lo menos se están gestando, las
condiciones materiales para su realización.”

Son, desde luego, ideas de Carlos Marx en su Introducción a la Crítica…,
así mismo de quien en el Manifiesto había escrito que “la historia de
toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de las
luchas de clases.” Pocos escritos, fueron tan cuidadosamente analizados
por mi generación, para encontrar una síntesis de tan vigorosos
argumentos y alumbrar una fase crítica del sistema, su paso del
capitalismo industrial al financiero..

Era una formulación que tenía como centro una evidencia: el rol que
jugaban en la producción y reproducción del capitalismo, las relaciones
económicas, pero que no había abandonado su comprensión de la alienación
generalizada, acentuada por el sistema.

Esa concepción recuperaba así el conflicto interno de  la realidad, más
allá de cualquier pensamiento meramente conceptual, permitiendo
comprender como ciertas realidades, objetivándose, someten y alienan a
la humanidad y le plantean posibilidades y tareas.

Visión y teoría que al transformarse –en contra del pensamiento de su
propio creador, Marx—en un cuerpo doctrinario, configuraba un nuevo
sistema de ortodoxia que muchos acólitos pensaban cerrado y hecho para
un mundo social sin devenir rizomático ni nuevas formas y procesos
emergentes.

Por otra parte en la reflexión sobre el Cosmos, en el s XIX había
surgido una evidente paradoja entre los postulados de Clausius y
Boltzman que permitían explicar los procesos termodinámicos como
irreversibles respecto de la reversibilidad de la física newtoniana.

La evidencia que significaba el aumento de la complejidad en la vida
biológica y social y en el Cosmos estudiable en esa época se contraponía
a la simplificación que traía consigo la analítica. Ideas de contracción
y expansión físicas del Universo, no arrastraban a cuestionar la idea
del tiempo y el espacio como principios absolutos en el Cosmos. David
Hilbert en Matemáticas había logrado una formalización unificadora que
parecía asegurar la completitud Pero la aparente coherencia de la
matemática y de la física fueron remecidas por el pensamiento de
Einstein con su teoría de la Relatividad y el complejo espacio-tiempo
geometrizado.

Poco se menciona que Einstein, una figura externa y combatida en el
stablishment, igual que Karl Korsch asistió e incluso dio una
Conferencia en la constitución de lo que después se llamaría Escuela de
Frankfurt,

Sin embargo las evidentes respuestas contradictorias en las Ciencias
Físicas y Matemáticas, progresivamente elaboradas no encontrarían una
resolución ni con el desarrollo de la mecánica cuántica ni la axiomática
de Bourbaki,

La mecánica cuántica y probabilística de autores modernos del s XX como
Schroedinger, Heisenberg, o Bohr, no coinciden con la visión surgida del
pensamiento de Demócrito, Einstein, o Newton, discrepancia que aún no
está resuelta.

Así como Hilbert se propuso axiomatizar toda la matemática, en el s XXI
ha habido esfuerzos para la axiomatización de algoritmos, es decir de
los métodos lógicos para resolver problemas computacionales, con similar
resultado.

La teoría existente sobre la Physis, el mundo físico, aún no está
unificada en sus postulados, aunque ello es disimulado por el lenguaje
que se utiliza, el de las matemáticas. Ello se hace evidente en la
incapacidad hasta el presente para unificar las cuatro fuerzas
fundamentales del Universo físico (a saber: la gravedad, el
electromagnetismo, la fuerza débil y la fuerte a nivel nuclear).

El más grande pensador de la física del s XX Einstein dedicó su vida a
la resolución de ese problema sin lograrlo. Con el Hadrón hemos visto
surgir la partícula de Higgs y hace semanas ver estremecerse la red
gravitacional.

Nuestra hipótesis de trabajo sobre esa irresolución es que las
herramientas  conceptuales que continuamos utilizando para pensar el
universo, así como para pensarnos a nosotros mismos, están basadas
todavía en la metafísica de la sociedad mercantil griega, enriquecida
por el sentido práctico de la burguesía a partir del SXIII, y sus
grandes y audaces transformaciones el SXVII-XVIII las cuales deben ser
superadas.

Ya a inicios del SXX era evidente que esa caja de herramientas
conceptuales, su filosofía incluida, estaba en el suelo y que para
pensar el Cosmos y el mundo social, era necesario crearse otra caja de
herramientas.

Nadie puede desconocer el desarrollo de la escolástica de la
subjetividad capitalista desarrollada desde Descartes, pasando por
Liebnitz, Hume, Kant o Hegel, la crítica del argumento contrario está en
su esencia. Desde el s XX ese debate ha continuado por la senda
ontológica o del empirismo sin que pensadores como Lukacs o Sartre
puedan trascenderlo.

Se ha denunciado a la meta-física como el enemigo ya sea por Heidegger,
los positivistas o por diversas escuelas del marxismo, en tanto la rama
crítica de este último la ataca con una filosofía negativa y con un
esfuerzo por pensar a la totalidad en su no-verdad.

La actividad de pensar y la conciencia casi aparecen como un  mal
necesario, aunque –como denuncia Castoriadis– su rol de crítica a la
heteronomía es cada vez más fundamental. La crítica y la valoración de
la autonomía y la responsabilidad se debilitaron en el siglo XX incluso
en la Crítica-crítica del marxismo.

La tragedia del ascenso de la heteronomía –la determinación
externalizada–y la ausencia de ética   ha venido haciendo cómplice o
indiferente a la voluntad de poder a la figura de subjetividad
contemporánea, tal como lo mostró Adolf Eichmann.

Nadie más valiente y execrado que Karl  Korsch en el intento de rechazar
esa tendencia en el seno de la 3ª Internacional, lo cual me hizo
escribir un  pequeño libro sobre su pensamiento, casi como un barquito
de papel arrojado a la corriente de un río, al salir al exilio por el
golpe militar de Pinochet.

La reacción frente a la crisis real de inicios del s XX, no sólo fue de
los trabajadores, también hubo una reacción que conocemos en la esfera
política como el triunfo y posterior derrota  del nazi-fascismo el cual
intentó controlar la vida política para cerrar los espacios en que la
democracia y la autonomía pudieran permitir un tipo de expresión
creativa de las masas.

Desde luego no sólo la sociedad europea y sus élites, sino la humanidad
en su conjunto generaron ese tipo de procesos, y los sufrieron incluso
con los holocaustos de los campos de exterminio industrial europeo en
contra de los judíos y otras minorías, y en Hiroshima y Nagasaki
mostrando las nuevas tecnologías de poder.

Sin disminuir la responsabilidad social de la burguesía y de las élites,
así como de otras capas resentidas de esas sociedades nacionales, el
fenómeno fascista también surge de la incapacidad de la izquierda social
y política de esa época y de los trabajadores para articular una
respuesta al progresivo agotamiento de la fase industrial del
capitalismo, de la psiquis heredada y del derrumbe del liberalismo.

El fascismo no fue una construcción solo política, aunque desde luego la
violencia y magnitud en ese plano eclipsó por períodos las
contradicciones económico-sociales y los desarrollos positivos de la
civilización y la cultura.

En el plano de la argumentación y la construcción ideológica de esa
reacción estuvo Heidegger y ello se hace evidente en su recuperación
posterior en el debate filosófico, por las élites occidentales, incluso
después de la derrota del Eje. ¿Por qué no D´Anunzzio, Pound o
Malaparte?

Hay que comprender que él como pensador de un proyecto global para
Occidente y de la Civilización aria, se planteó rescatar una versión del
ser que pudiera enfrentarse con ese desmoronamiento que consideraba
había favorecido al marxismo y al anarquismo en el plano de la
metafísica. Por lo cual para hacerlo no sólo estableció la base de sus
alianzas políticas en Alemania, sino que construyó una filosofía tan
audaz como para robar las versiones idealistas del Taoísmo.

Heidegger estaba plenamente consciente que no era en el plano de la
tekhne y/o de la política donde se dirimirían y zanjarían las salidas a
la crisis cultural del Capitalismo, que se empezaba a hacer evidente en
su época. Tampoco era el eje de su pensamiento una reducción de la
profundidad de esa crisis atribuyéndola a la influencia de pensadores
judíos, aunque compartiera el rechazo a los mitos de trascendencia
terrena que esa cultura porta consigo

Heidegger es el más grande y profundo pensador del sistema capitalista y
la cultura occidental en su versión bio-política y de lógica disyuntiva.
Por eso ha habido un esfuerzo consciente de gente comprometida con esa
visión para separar a Heidegger, su pensamiento y accionar, de su cara
política natural.

Para ocultar que toda la evidencia señala que la consecuencia de esa
forma de pensar es: que en el derrumbe del sistema solo se encuentra la
muerte de la especie y no la posibilidad de su transformación terrena.
Ese en particular ha sido el mensaje reiterado por Heidegger a todos los
segmentos sociales que intenten estructurar una forma de cambio y
creación de autonomía e inmanencia en la presente crisis.

Fue así como me propuse, estando enfermo en el Hospital de Frankfurt aM,
seguir una línea de indagación de esos problemas al igual que una buena
parte de los intelectuales de esa época. No era seguir la corriente de
la socialdemocracia o de la reestructuración stalinista. Era
imprescindible reflexionar no sólo sobre la estructura y los visibles
nodos de síntesis sino sobre las ilusiones de verdad y condiciones de
irrupción de nuevas creencias. Eran los años 80 y por mí ciudad pasaron
Foucault, Loewenthal, Weizenbaum y se leía a Dérrida, Vernant y Eliade.

En un sentido fuerte se advertía que desde los años 30 el pensamiento
científico estaba agotado en sí mismo, que no generaba nuevas preguntas.
Que el leninismo no aportaba al análisis de la voluntad extendida de
muerte.

En la posguerra no se habían creado nuevas cosas o problematizado, sino
trasladado a la esfera civil algunos artilugios creados por la dinámica
militar, al igual que protestado por el empobrecimiento espiritual
sufrido.

En los años 70 las nuevas teorías surgidas en las Ciencias eran teorías
de Control o de áreas de la computación. Se estaba girando sobre las
mismas argumentaciones sin crear nueva interrogantes o  lograr resolver
los problemas que estaban planteados.

Lo mismo sucedía con la investigación experimental, al menos en algunos
campos que investigábamos. En Farmacología, por ejemplo, en el último
tercio del s XX, se gastaba de año en año cada vez más recursos humanos
y financieros para obtener drogas y resultados bioquímicos cada vez más
limitados, aplicando la mayoría de esos recursos para obtener nuevos
usos o  la reutilización ampliada de viejas fórmulas ya encontradas.

En el plano de la discusión filosófica se visualizaba un trance en que
se añoraban las grandes audacias del pensamiento crítico de la preguerra
como las de la Escuela de Frankfurt, de Bórdiga o de Korsch, que habían
advertido el carácter histórico del marxismo. Se vivía al borde de la
guerra nuclear total.

Ese atolladero se proyectaba en los 60 y 70 como ausencia de
perspectivas y estrategias, como momentáneo triunfo de metodólogos, que
incluso la valentía de un Che o un Rudy Dutschke no lograban reorientar.

Ese malestar lo pagaban los filósofos italianos o franceses como Della
Volpe o Althusser muchas veces en forma exagerada e injusta pues ese
impasse correspondía procesos más profundos que la influencia de un
dictador ya muerto—Stalin. Aún no se lograba visualizar con claridad la
financierización de la economía y la tercera globalización del
capitalismo que nos traerían a los problemas de hoy.

Tal vez lo más importante para la segunda mitad del s XX hayan sido
descubrir y descifrar el código genético, y los aportes de Robertson y
otros alertando de la polución y el cambio climático, antes que los
debates sobre los Multiversos o la Matemática de Cuerdas. Atrás han
quedado los caminos por los que las Bombas Atómicas han tenido la actual
difusión y su relación con los intereses de estados, religiones y grupos
de poder, aunque su uso y difusión estén entre los mayores peligros
actuales para la humanidad.

El análisis de la posguerra y de la crisis de los 70 se había
concentrado en temas de política y estrategia en los años anteriores. La
sociedad mundial y la guerra fría parecía implosionar sin consecuencias,
después de Chile y Vietnam, a pesar de los tambores de guerra. Fidel
afirmaba que la deuda externa de los países del 3er Mundo era impagable
–la convirtieron en Inversión– y EEUU multiplicaba la impresión de
papel verde.

Advertimos  que había continentes completos de la conciencia y las
luchas sociales y de clases que no traíamos al análisis y debate (la
destrucción de la vida natural y la lluvia ácida, el envenenamiento
general con plomo, el hoyo de ozono, los problemas de género,  la
psiquis y el  mundo de las drogas sociales etc..)

En los años 80 nos parecía a muchos y me sigue pareciendo, como válida
la crítica que hacían Dérrida, Deleuze y Foucault no sólo a la filosofía
de Heidgger sino de Sartre, así como al propio marxismo. En Sartre,
ciertamente, el rescate de la existencia como basamento de la conciencia
sigue pareciendo válido desde luego, pero su relación a-crítica con el
stalinismo y su incapacidad para establecer consecuencias de la propia
angustia, aparte de la necesidad de compromiso, eran muy duros de
aceptar.

La historia no es plana, no está simplemente constituida por una
evolución lineal, atea o progresista, ni ella continua racionalmente
hacia una especie de cierre y fin que clausura y da un sentido
instituidor último. Podemos ser Titanes, pero no Dioses.

Al contrario, en las posturas de muchos pensadores ya mencionados o en
Sohn Rethel, Gorz, Guattarí, Girard o Prigogine, la vida social es
rizomática; intenta expandir su potencialidad creativa y es posible
comprenderla en términos de una serie de procesos que se construyen en
cada momento como determinaciones concretas, abriendo la posibilidad de
un nuevo surgimiento.

Yo no creo que en el big bang ya estuviera determinado el nacimiento de
Beethoven y que algún día escribiría la 5ª Sinfonía. Por cierto eso se
lo leí a alguien y lo suscribo. Hay posibilidades emergentes, que cuajan
y se hacen posibles en algún intervalo, a contramano de otras fuerzas y
proceso, sigo siendo discípulo de la piara de Epicuro y de la Ataraxia.

Las ilusiones del ser o de la verdad –las cuales expresan la lucha de
este rizoma que somos como enjambre y como sociedad–, son un desarrollo
de este complejo histórico. El cual, a pesar de todo, continúa su lucha
por romper la enajenación sufrida y disfrutada respecto a la naturaleza
y el grupo, separación que provocó y ha seguido provocando las sucesivas
respuestas que hemos articulado, como cultura, en las luchas de clases.

Por cierto los conflictos en la historia no siempre son de clases (sino
de estratos, razas, grupos, edades) aunque vengan determinados por ellas
así como por ilusiones de distinto nivel en el imaginario social, en el
curso de la marcha de esta especie sobre la cual nos ha faltado hablar
entre otros temas del inconsciente, en el que la pugna del Eros y
Thanatos está permanentemente en tensión.

En este punto en que nos encontramos, el cual en cierto sentido es un
privilegio, una responsabilidad y una tarea, se devela el conflicto que
esconde la propia cultura y ya no sólo el sistema capitalista– que
requieren y exigen solución.

Eso guste o no, involucra la consciencia, no sólo en el sentido ético y
político, sino existencial. Por un lado, porque ella ha sido el
basamento –en el larguísimo lapso de al menos unos 70 mil años—de
nuestras posibilidades de disfrute y libertad , sino también porque ha
estado en el despliegue de las luchas de clases. Así como lo estuvo en
la creación de la comunicación simbólica y de la cultura.

Interrogante: ¿podrán proporcionar las clases, capas y estratos, hoy
subordinados del capitalismo, la resolución de  ese conflicto milenario,
amenazado a su vez por las exigencias de control de su última y alienada
síntesis?

El desarrollo desigual, heterogéneo pero combinado, del capitalismo
globalizado ha reemplazado la coherencia relativa de sus intercambios
mercantiles por la cohesión de los mercados financieros con una paralela
desintegración progresiva de la realidad social.

Esa tendencia, que estimula la abstracción, el fetichismo y el
economicismo en las multitudes oscurece la relación metabólica de esta
especie con el planeta, empobrece su pensamiento a las formas
cuantitativas del logos y releva temas sociales y estructurales urgentes
arrebatándoles su dinámica y contradicción.

En el corto plazo, mientras la vieja hegemonía dentro del Capitalismo
predomina, los diversos ritmos de acumulación regional y sectorial de
grupos y segmentos de clases sociales  empuja a sus alianzas a
re-articular sus creaciones políticas, a adelantar nuevas posiciones y
elementos –en las confrontaciones actuales y potenciales– tratando de
asegurar lo que cada uno de esos poderes considera un interés e
ideología sostenibles.

Esa visión ingenua de la historia, como una lucha de blanco y negro, de
una lucha sólo de estructuras habría que enriquecerla en planos
sucesivos más profundos. No sólo para comprender las formas derivadas
del actual desarrollo de fuerzas productivas sino también de las
modalidades a través de las cuales reestructuramos nuestras creaciones y
nuestras confrontaciones.