[Publicación] Comunidad de Lucha #3

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Cualquiera que haya sufrido el hacinamiento y la espera tortuosa en el “horario punta”, puede fácilmente comprender la naturaleza inhumana del sistema de transportes. Efectivamente, este sistema no ha sido creado pensando en nuestras necesidades, ni mucho menos en la comodidad y el placer de quienes viajamos en micro o en Metro. Muy por el contrario, ha sido planificado con la misma racionalidad egoísta y calculadora con la que un empresario compra camiones para transportar animales hacia el matadero: no importa el bienestar de las personas, lo que importa es el bienestar de las empresas.

Es decir, el sistema está creado para hacer de lxs asalariadxs, y de sus hijxs, una fuente permanente de acumulación de capitales: explotadxs directamente en tanto trabajadorxs, y además como “usuarios” de un servicio por el cual debemos pagar. El hecho de que el “Panel de expertos del Transantiago” haya decretado 19 veces desde su puesta en marcha en 2007 la subida del precio del pasaje evidencia su verdadera labor: mejorar la rentabilidad económica de una empresa.

El apoyo –financiero, legal, policial– del Estado a las empresas del transporte es un hecho que ni siquiera cabe discutir, puesto como entidad administradora y protectora de la dominación capitalista, tiene sumo interés en que la gigantesca masa de esclavxs asalariadxs pueda ser transportada todos los días, y en grandes cantidades, a los lugares de trabajo y consumo. Más aún, el día 18 de enero se aprobó la famosa “Ley Anti-Evasión”, que penalizará duramente no sólo el no pago del pasaje y creará un registro nacional de “evasores”. Así, no solo se protegen con multas, cárceles y listas negras las ganancias, inversiones y la propiedad privada de capitalistas y políticos, también se logra, al mismo tiempo, el doble objetivo de perseguir a quienes no pagan, y de aislar y dividir cualquier manifestación de rebeldía por parte de lxs explotadxs y destruir cualquier posible brote de solidaridad.

La existencia de fiscalizadores, así como de la policía, es la prueba de que jamás hemos abandonado la época de los “negreros”: esclavos que controlan y apalean a otros esclavos.

Pero el verdadero símbolo de la miseria de este sistema capitalista, el secreto revelado de su existencia impersonal, inhumana, son los torniquetes.

¿No es, acaso, ilimitado el número de “torniquetes” que debemos pasar durante nuestra vida? ¿Y cuántos de esos otros “torniquetes” son imposibles de saltar?

El torniquete, lejos de ser un objeto neutral o accidental que con maquiavélico ingenio es usado por empresarios para obligarnos a pagar, es en realidad el modelo de toda esta sociedad, el verdadero espíritu de esta falsa comunidad, es la imagen que resume toda nuestra no-vida: pagar para vivir, vivir para pagar.

¿No es, acaso, ilimitado el número de “torniquetes” que debemos pasar durante nuestra vida? ¿Y cuántos de esos otros “torniquetes” son imposibles de saltar? Está el torniquete de la vivienda: pagar para habitar, para dormir, para tener un espacio –reducido para la mayoría de nosotrxs– en el cual sobrevivir. El torniquete de la salud: pagar para sanarnos y continuar nuestra existencia, no en tanto que seres humanos, sino como asalariadxs. Por lo demás, cuando se trabaja por menos de $400.000 (es decir, más de la mitad del universo de quienes trabajan) enfermarse es casi una condena a muerte. ¡Y no se le vaya a ocurrir tener una enfermedad crónica! Porque entonces el “torniquete farmacia” le cobrará mensualmente una suma para que Ud. siga respirando. Y si te endeudas y no puedes pagar, también habrá fiscalizadores acompañados de policías que irán a tu casa a embargarte por la imprudencia de haberte endeudado para mantenerte vivo ¿Y el “torniquete de la educación”? Pagar por venderte a un mejor precio, en el mejor de los casos, que obviamente es el más raro. Una situación laboral precaria e insegura es lo más común, aquí nuevamente… ¡no se le vaya a ocurrir tener problemas, estar triste, enfermarse, tener hijxs que le necesiten mientras trabaja, algún problema familiar! ¡Recuerde que hay cientos, miles tal vez, esperando reemplazarle! En resumen: si no pagas, no comes, no hay casa, y no hay salud, porque si no pagas… ¡no vives!

En el actual sistema de transportes y su organización, se encuentra visiblemente revelada toda la miseria de nuestra vida cotidiana. Hasta tal punto son el Metro y el Transantiago una manifestación de la universalidad de nuestra no-vida, que la crítica del sistema de transportes –y de la rutina social y del aburrimiento que fomenta– es al mismo tiempo la crítica de toda la sociedad, y la confirmación de la necesidad de una vida no sometida al dinero ni al trabajo asalariado. No se trata, por lo tanto, de que se cometa contra nosotrxs una injusticia particular –el torniquete, el hacinamiento, la humillación, la vigilancia– sino que se comete contra nosotrxs una injusticia de carácter universal que abarca todas las dimensiones y facetas de nuestra vida social. El problema no es tal o cual aspecto de esta sociedad capitalista –transporte, salud, AFPs, educación, etc.–, sino que la forma misma en que producimos y reproducimos la totalidad de nuestra vida. Es necesario, entonces, crear dentro de esta sociedad inhumana una comunidad que no dé cabida a la explotación; una comunidad que nos permita imaginar y crear colectivamente una forma de vida emancipada del miedo y de los efectos de todas las formas que asume la represión y, sobre todo, de un modo de no-vida basado en la dominación sobre el ser humano y la naturaleza.

Esta comunidad comienza parcialmente con la rebeldía colectiva a enajenar nuestra vida en el chip de una tarjeta, al negarnos individual y masivamente a reforzar un sistema que nos transporta directo hacia nuestra esclavitud. Pero para que la actual pasividad y evasión individual se convierta en rebeldía generalizada, habría que cuestionar prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, de la cual el sistema de transportes es –por fundamental que resulte– solamente un elemento entre muchos otros. Una comunidad de lucha solamente podrá emerger con la ruptura del aislamiento capitalista que cotidianamente reproducimos, no solamente con la evasión o el negarse a pagar un pasaje, no solamente impidiendo que fiscalizadores y policías bajen de la micro a quienes no pueden o se niegan a pagar, sino en la subversión colectiva contra la sociedad del capital. Debemos ir a la raíz del problema. Es necesario dejar de pagar el pasaje como primer paso para dejar de pagar para vivir. Es necesario abolir la propiedad privada y el trabajo asalariado, bases reales sobre las que crecen el Estado y el sistema capitalista. Una comunidad de lucha solamente podrá afirmarse en ruptura con la totalidad del sistema y no solamente contra un aspecto particular, en la creación colectiva de una vida que ataque directamente los fundamentos sociales e históricos de la inhumanidad. La rebeldía contra el sistema aunque se manifieste por ahora en situaciones que aparecen como las más injustas –como las alzas de pasajes– lleva en sí un espíritu universal: el comienzo de la época de la superación colectiva del aislamiento capitalista.

Contra las leyes, la represión y la paz social del Capital
¡Comunidad de lucha!

[Panfleto] Evasión ! Evasión ! Evasión !

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Para una justificación de la evasión al transporte publico

«El papel de una publicación revolucionaria es no sólo darles la razón a los insurgentes, sino contribuir a darles sus razones, explicar teóricamente la verdad cuya búsqueda expresa esa acción práctica.» G. Debord 

La evasión del transporte público se ha vuelto una práctica cada vez más común entre los proletarios que se trasladan por la ciudad. Este hecho examinado en su raíz, revela como los usuarios-en su mayoría asalariados, estudiantes, desempleados u marginales-rechazan intuitivamente la lógica del modelo social que les han impuesto. Realizando -sépanlo o no-un sabotaje  a la reproducción de la economía y a la circulación del monótono andar de las mercancías humanas. Cada acto de evasión contiene un germen del antagonismo de clase, pues en él se ejerce una protesta espontanea contra la desposesión del tiempo, representado en el trabajo asalariado y las relaciones mercantiles.

Si entendemos que el trabajo es la piedra angular del sistema capitalista, modelo de producción que en su etapa actual, es la herencia de cientos de años de dominación y sustracción de energía ajena. Donde los explotados pasan la mayor parte de sus vidas realizando labores ajenas a sus intereses personales; desde que suena el despertador, subiendo al metro o al microbús, y llegando  a sus lugares de trabajo, los proletarios solo realizan los deberes impuestos por la rutina de la amarga realidad capitalista. Así las cosas, la evasión del pago en el transporte público representa una muestra clara de resistencia a la lógica que impone el mercado y el poder. La evasión, es la expropiación momentánea de un instante de nuestras vidas.

Desde la institucionalidad y los medios, este fenómeno puede ser edulcorado a gusto-según el matiz político-por las distintas formas de gestionar la infamia que los representantes de la miseria nos pueden ofrecer; desde apelar al mal funcionamiento del servicio y criticar a los empresarios, hasta enjuiciar a los proletarios por su deshonesto actuar y hacerlos culpables de la miseria en la que se encuentran. Como olvidar aquel afiche donde aparecía un trabajador con la cabeza en alto y la frase «Gano el sueldo mínimo, pero llego con la conciencia limpia a fin de mes», verdadera apología a la miseria proletaria. Pero esta rubrica, es mucho más que un llamado a la «honestidad» de la gente, la fusión intima entre Estado/Capital, es mucho mas explicita que eso.

Existen negocios definidos legal y reglamentariamente, donde al Estado le cabe financiar parte del funcionamiento de empresas privadas, y como parte esencial del negocio está el que tanto el sector privado como el estatal dediquen buena parte de sus guardias (fiscalizadores y policías) y actividad represiva (donde incluso participa una empresa privada de abogados: Alto S.A., que también presenta querellas en todos los hurtos en multitiendas y supermercados) a acosar a los proletarios para que paguen su tarifa, y así ha de funcionar exitosamente el sistema de transporte.

Este mecanismo que no es mas que la alianza defensiva y ofensiva pactada entre el poder de la economía y el del Estado, que les ha asegurado a ambos los mayores beneficios en todos los terrenos, cumpliendo una función general a favor de la valorización misma: poner en circulación la masa de mercancías humanas para que hagan lo suyo en el marco del sistema de compra-venta de fuerza de trabajo.

Para los explotados, que vivimos todos los días en esta rutina aparentemente eterna y pacífica, no nos faltará astucia al momento de sabotear sus métodos de control y disciplinamiento. Porque en cada resquicio, cada oportunidad, será un placer arrancarle un poco de nuestro tiempo a sus vampirescas formas de producción.

En tiempos donde se habla de la desaparición de los antagonismos pasados como forma de encubrir la reorganización activa del proletariado, nada mejor que una pizca de espontaneidad proletaria para demostrar que el movimiento  real por la comunidad se mantiene activo y en constante tensión contra el andamiaje capitalista. Y es que nuestra clase existe, aunque los modernos “revolucionarios” no lo quieren ver: expresándonos en momentos revolucionarios o en momentos de derrota como los actuales, dentro de nuestras posibilidades históricas actuales nos encontramos rechazando por la práctica lo que nos roba la vida y es allí donde también vamos tomando conciencia para cambiar las cosas.

Por la expansión del sabotaje, la solidaridad proletaria y la lucha entre clases.

¡¡¡ TRABAJADORES DEL MUNDO, DEJAD DE SERLO !!!