Trabajadores del mundo ¡dejad de serlo!

Trabajadores del mundo ¡dejad de serlo!

¿Un tipo de magia? : “Ley corta antiterrorista” y resultados inmediatos en la persecución de un “lobo solitario”

Difundimos este texto extraído de una columna en medio comunicacional independiente. Se esta comenzando a fraguar una arremetida represiva en Chile, muchos son los puntos en común que permiten sospechar de que algo se esta urdiendo desde el poder contra todo aquello que se atreva a cuestionar radicalmente el orden del capital. Un llamado a estar alerta, a no amenguar la agitación comunista anarquica, y a permanecer mas unidos y coordinados que nunca. 

Una vez más está de moda Queen, la banda inglesa de los 70, y aunque no soy un gran fan tengo metida en la cabeza  su canción “It´s a kind of magic” (1986).

¿Por qué será? Porque como por arte de magia, justo un día después de la aprobación en general en el Senado de la “ley corta antiterrorista”, sin necesidad de esperar siquiera a que se termine de tramitar y sea publicada en el Diario Oficial, se detuvo en la zona sur de Santiago al que según la tesis de la Fiscalía es el único autor de seis atentados explosivos en los últimos tres años, adjudicados por la corriente “eco-extremista”.

Se señala sin asomo de duda que es un “lobo solitario”, y que en todo caso “no tendría vinculación” alguna con el doble atentado del 25 de julio pasado, adjudicado por lo que El Mercuriollamó un grupo “anarquista tradicional”.

Lo primero que llama la atención es que hasta 24 horas antes autoridades de gobierno y parlamentarios de una amplia gama política proclamaban que estábamos ante un seria amenaza terrorista equiparable a la criminalidad organizada transnacional, perpetrada por grupos poderosos que incluso recibirían aportes y financiamiento desde el extranjero.

Lo del financiamiento internacional es siempre clave para que el público apoye el empleo de técnicas especiales de investigación similares a las del combate al narcotráfico y el lavado de activos. Lo mismo se dijo hace 10 años en relación a los grupos anarquistas que luego se intentó criminalizar en el primer “caso bombas” (2010-2013), señalando incluso que tendrían cuentas en las Islas Caimanes, en un notorio caso de “proyección”, pues finalmente nada de eso era cierto pero el que sí mantenía importantes fondos en paraísos fiscales era el entonces Ministro Laurence Golborne.

Por lo demás, las técnicas investigativas que contempla la “ley corta” en gran medida ya existen: el artículo 222 del Código Procesal Penal permite  las interceptaciones telefónicas respecto de todo ilícito que tenga asignada pena de crimen, categoría en que por cierto está el conjunto de los delitos terroristas  señalados en la Ley 18.314.

Las otras técnicas cuya necesidad en esta materia se esgrime (entregas controladas, informantes, agentes encubiertos y reveladores) son perfectamente posibles de aplicar en relación a cualquier delito de la Ley de Control de Armas y Explosivos, como resulta claro de la lectura del artículo 226 bis en su versión actual, incorporada por la llamada “agenda corta antidelincuencia” del 2016.

Por lo demás, como han señalado diversos expertos en la respectiva Comisión del Senado que estudia esta propuesta además de os proyectos de “ley larga antiterrorista” presentados hace ya 5 años, resulta bastante dudoso y riesgoso que técnicas propias del combate al narcotráfico se trasladen directamente a un fenómeno a todas luces diferente, como es la violencia social y política que el legislador de manera difusa ha definido como “terrorista”.

La infiltración de organizaciones ya es posible en el marco de la legislación vigente, y existen además técnicas especiales de investigación en la Ley 19.974, que crea el Sistema Nacional de Inteligencia, incluyendo el uso de informantes y agentes encubiertos sin siquiera tener que pedir autorización judicial.

En este marco, las malas prácticas que han caracterizado el accionar represivo en el último tiempo han llevado a situaciones tales como las condenas en juicio abreviado a un informante policial en la Araucanía, además del montaje de la “Operación Huracán”. En épocas anteriores se pudo ver cómo ciertos “informantes” como Lenin Guardia y Humberto López eran capaces de fabricar atentados para poder ofrecer de manera más verosímil sus servicios a la Inteligencia.

La “ley corta” parece un claro intento por legalizar estas prácticas, consolidando aún más un Estado policial preparado preventivamente para enfrentar como una “amenaza terrorista” a cualquier disidencia social o política radical que pueda configurarse en el territorio nacional. Además, reformar la ley permite exculpar o disimular los sucesivos fracasos en los niveles  de la Inteligencia y de la persecución penal, trasladando el problema al nivel normativo, o como se diría coloquialmente, “echándole la culpa al empedrado”.

Por eso no es causal que a pesar de que hasta ahora los únicos sujetos “terroristas” que el sistema represivo ha identificado en la Región Metropolitana sean “lobos solitarios” y no organizaciones, pero a pesar de ello se hagan explícitas reservas para a partir de ahora poder dirigir la acción investigativa y represiva en contra de un viejo enemigo: el anarquismo, que por cierto, y como resulta evidente, no tiene prácticamente nada que ver con el llamado “eco-extremismo”, aunque se entiende perfectamente que las autoridades y los medios promuevan la confusión.

De este modo, según la tesis que se intenta impulsar ahora lo más seguro es que se proclame que el eco-extremismo es caso cerrado, pero ya se cuenta con herramientas que en rigor no eran necesarias, pero que servirán muy bien para ser dirigidas en contra de los usuarios habituales de una legislación antiterrorista que sigue siendo en su mismo diseño un verdadero estado de excepción permanente dentro del sistema de control social y penal.

Hay que estar atentos a las próximas jugadas, pues una vez aprobada la “ley corta” el poder represivo va a tener la tentación de exhibir resultados, y rápido. Total, chivos expiatorios nunca faltan.

[Publicación] Anarquía & Comunismo #11

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Por fin tenemos el agrado de compartir el número 11 de nuestro boletín teórico-agitativo Anarquía & Comunismo, con un nuevo formato. Si bien este número vio la luz el invierno del 2018 en su formato impreso, como un pequeño libro de 65 páginas, por motivos técnicos no pudimos difundirlo a través de la web sino hasta ahora, lo cual implicó cierta discontinuidad en la periodicidad con la que se había publicado hasta entonces. Por otro lado, el cambio de formato también contribuyó a este cambio en su periodicidad: pensamos que el abundante material que estábamos produciendo no debía tomarse como un problema sino como una fortaleza, por lo que quisimos asumir el carácter teórico que estaba tomando la publicación, cambiando de formato para priorizar el desarrollo de los temas sin restricciones de espacio, siendo bastante más extenso que el anterior formato (un periódico de medio mercurio cuya restricción de espacio siempre supuso más de un dolor de cabeza para quienes lo editábamos). Nos extendemos sobre este asunto en la editorial de este número.

Contenido:

  • Editorial
  • Notas para la superación de la alienación y la realización de la vida
  • Niñez, capitalismo y emancipación
  • A 44 años de la ejecuición de Salvador Puig Antich y la disolución del MIL-GAC
  • Comunización (parte 5 y final)
  • ¿Por qué siempre hablamos de capitalismo?
  • Hemos recibido: Kalinov Most 1 y 2 – 2&3 DORM 1 y Excursos 1-4 – Louis Lingg: ya lo sabrán por los estruendos.

[Publicación] Comunidad de lucha #9

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Llega otro primero de mayo y quienes nos posicionamos del lado del anticapitalismo nuevamente nos vemos enfrentadxs a la propaganda del Estado y Capital, que quisieran hacer de esta fecha un día en el que festináramos nuestra condición de servidumbre.

Si bien no podríamos esperar otra cosa de los defensores de la dominación, lo que nos preocupa y concierne en tanto que anticapitalistas es encontrarnos cada año con una reivindicación similar del trabajo por parte de la ultraizquierda y los ‘anticapitalistas’ en general. Para éstos el problema del trabajo casi siempre radica en la apropiación por parte de la burguesía del fruto de nuestra actividad, y su ‘solución revolucionaria’ consiste en arrebatar a la burguesía su poder privativo sobre los frutos de este, o bien los instrumentos de trabajo. Aunque, en la práctica, dichos movimientos se dediquen únicamente a disputar con el Estado, la patronal y las burocracias sindicales mejoras en el sistema de explotación asalariada, mejoras que, por cierto, el Capital necesita para asegurar su progreso y supervivencia en el tiempo.

Pero en realidad el trabajo, como comúnmente lo entendemos en nuestros días, se refiere a un tipo de actividad precisa, perteneciente a un estadio histórico preciso: el de la civilización capitalista.

El triunfo de la revolución burguesa intensificó y expandió el trabajo asalariado y la producción de mercancías a cada rincón del globo, despojando a las personas y a sus comunidades de la tierra y enviándolas a las fábricas. Desprovistas de todo y obligados a satisfacer sus necesidades a través del consumo de mercancías, las personas se vieron en la obligación de vender su propia actividad como fuerza de trabajo a quienes dominaban, convirtiéndose en el proletariado; la clase cuya vida fue reducida a mercancía junto con todo lo demás por la dictadura de la economía.

Siendo el dinero el mediador social absoluto y su carencia el equivalente a la muerte en la sociedad capitalista, lxs proletarixs nos vemos arrojadxs cada día de manera frenética a las tareas necesarias para obtenerlo. Así, sea en el trabajo asalariado, autoexplotándonos en el comercio informal o incluso en el trabajo doméstico (trabajo no remunerado e históricamente asignado a las mujeres, sin el cual las otras formas de explotación no podrían haberse sostenido) esta obligación nos saca cada día de la cama para que nos precipitemos a transportes atestados y así cumplir con los horarios asfixiantes de una actividad que muchas veces nos resulta ajena y tediosa, y a la que lo único que nos liga es la necesidad de remuneración económica para la satisfacción de nuestras necesidades mercantilizadas. Esto hace del estrés, las vejaciones, la humillación, la enfermedad, el aislamiento y la locura la tónica habitual de la actividad productiva y, por tanto, de la vida de la humanidad proletarizada. Así, nos ‘ganamos la vida’ en el trabajo, mientras la vida se nos escapa.

Como si fuera poco, las nulas garantías de seguridad en las que todavía pretende justificarse la existencia de este orden miserable se desmoronan a causa de su propio progreso: el trabajo de cada ser humano (es decir, su tiempo) vale cada vez menos porque los capitalistas están obligados a encontrar formas cada vez más elaboradas de abaratar los costos de producción para obtener ganancias y mantenerse activos en la competencia, lo que propicia la precarización constante del trabajo. En el territorio dominado por el Estado chileno conviven esquizofrénicamente la imagen de una potencia económica en línea recta a la abundancia, y la realidad de una sociedad que se cae a pedazos por falta de trabajo y por exceso de él: quien no está cesante y desesperado intentando encontrar la forma de ganarse la vida, está corriendo como loco entre el trabajo, la casa y el consumo, gastándose la vida en una espiral de alienación que sólo aumenta.

El problema es que tanto para los defensores declarados del orden como para quienes pretenden oponerse a este, el trabajo se asume con una naturalidad tal que pareciera que las diferencias que a veces ponen en bandos irreconciliables a unos y otros consiste únicamente en cómo gestionar el sistema de explotación asalariada y el capital que este reproduce.

Una perspectiva radical del anticapitalismo, en cambio, supone acabar con todos los pilares en los que se funda el Capital, incluyendo aquella actividad que le da vida a cambio de robarnos la nuestra. Somos nosotrxs, lxs proletarixs, quienes echamos a andar la máquina capitalista con nuestra actividad enajenada. Somos nosotrxs, por tanto, quienes podemos ponerle freno: si el proletariado es la clase cuya actividad echa a andar el capital, entonces la supresión revolucionaria del capital implica necesariamente la autosupresión de nuestra clase, junto con todas las clases, el Estado y el dinero.

¡MUERTE AL TRABAJO, AL ESTADO Y EL DINERO!
¡PROLETARIXS DEL MUNDO, DEJEMOS DE SERLO!

Revolución y Democracia. A propósito del 29m y la lucha anticapitalista

Reproducimos este panfleto publicado por el boletín !Viva la Comuna! numero #2 a días de otro 29 de Marzo, con la memoria afilada ante la contrarrevolución !!

Revolución y Democracia

Apropósito del 29 Marzo y la lucha anticapitalista

«La democracia, dicen, es el gobierno del pueblo. Pero el pueblo no existe, sólo existen las clases»

Anton Pannekoek.

                                                                                                              Parque O’Higgins 1 de Mayo de 1984

El día del joven combatiente conmemora la muerte de los hermanos Vergara Toledo caídos en la Villa Francia en 1985, en el contexto represivo efectuado por la Dictadura Cívico Militar contra la proliferación de las jornadas de protesta popular. A partir de esta fecha, también se conmemora la muerte y la lucha de tantos otros combatientes que desde ese momento, y más allá de la lucha anti dictatorial, se han enfrentado contra la explotación de un sistema que precariza la vida y difunde la miseria para todos y todas.

Para esbozar cualquier análisis sobre esta fecha, creemos necesario describir brevemente su origen histórico  en la lucha de clases.

En aquella época,  a la par del fuerte descontento social, se constituyeron dos frentes políticos: el Movimiento Democrático Popular  (MDP) que contenía lo que se denominaba, hasta ese momento, como la izquierda histórica: el Partido Comunista y Partido Socialista, a los que se sumaba el MIR y el FPMR. Este conglomerado buscaba derrotar a la dictadura por todos los medios posibles, teniendo como objetivo instaurar una “Democracia Popular”, queriendo retomar el camino esbozado por la UP previo al golpe de Estado. Por otro lado, estaba la Alianza Democrática (AD) que contenía a todos los sectores cercanos a la Democracia Cristiana, socialismos renovados y  Partido Radical, apostando a derrotar la dictadura a través de la movilización social, excluyendo eso sí, cualquier forma de violencia. De cualquier manera, apellidos más o apellidos menos, ambos frentes tenían como horizonte el retorno a la democracia.

Desde las primeras jornadas de protestas, ocurridas en 1983, podemos notar como el movimiento social comienza a constituirse en prácticas cada vez más radicalizadas contra la brutalidad imperante del poder. En este escenario,  se distinguen las acciones armadas en contra de la dictadura- como ataques a cuarteles militares y policiales, los sabotajes, voladuras de torres y líneas férreas, ajusticiamientos a miembros de los cuerpos de seguridad, secuestros, recuperaciones de dinero, armas y comida, los copamientos territoriales, las emboscadas y las propagandas armadas-, así como, la  rearticulación de sus vínculos comunitarios a través de la lucha y la organización de las poblaciones, tanto en la coordinación de la auto defensa en barrios, universidades, liceos, juntas vecinales, tomas de terreno, lugares de trabajo y parroquias, como en el brote espontáneo de las ollas comunes para sustentar las necesidades básicas de cada territorio contra la represión militar y económica que impuso la crisis del Capital. Estas actividades de organización territorial y autodefensa en la ciudad se incrementaron e intensificaron notablemente, por lo menos hasta fines de la dictadura. Este contexto fue parte de un antagonismo cada vez más evidente en la sociedad, que fue precipitando al régimen  a entregar el poder, con su punto más álgido en las Jornadas de Protesta Nacional del 2 y 3 de Julio de 1986.

En este contexto, la lucha emprendida por los grupos antidictatoriales como el FPMR, MIR, o MJL contenía una práctica que, en conjunto con otras formas de resistencia proletaria, conforman parte de una oposición histórica al dominio del Capital, siendo experiencias que la memoria de los explotados no debe olvidar, pues tanto sus tácticas como vivencias y errores son parte del recorrido histórico que hemos transitado, y son imprescindibles para comprender nuestra lucha hacia la emancipación total de nuestra clase. Es por ello, que, si bien reconocemos en la experiencia de estos grupos la vigencia de la dignidad y la resistencia ante el despotismo capitalista, creemos que es necesario dilucidar un análisis crítico de la época, puesto que, a pesar de su arrojo, lo que quedó, fue un panorama quizá más desolador que aquellos años de fragor y lucha.

Pese a la implementación de la lucha armada como medio para enfrentar al poder, el contenido nuclear de ésta estuvo impregnada de un carácter democrático y, por tanto, burgués, que posponía el horizonte revolucionario y anticapitalista aún para más adelante. La ilusión que consiste en suponer que la democracia  propicia algún devenir revolucionario[1] ha sido y fue,  la garantía para mantener la paz social y perpetuar el dominio del Capital contra el proletariado, salvaguardando siempre y en última instancia, el funcionamiento de la maquinaria de explotación económica. El programa Social-Demócrata (también conocido como Frente Popular), que busca conquistar el Estado  para reformar las condiciones de producción de los explotados, no modifica en nada la  esencia de éstos, la de ser precisamente productores de su propia desposesión. Dicho de otra forma: no cambia en nada la esencia de los trabajadores, seres subyugados a un salario que les permite sobrevivir, despojados de organizar sus vidas en común, directamente desde el territorio, sin otra mediación que sus propias necesidades y solidaridad.

El programa de grupos como el MIR, FPMR, y MJL constituyó una fiera resistencia proletaria a la masacre implantada por la dictadura, pero su propuesta “popular”, “patriótica” o “rebelde” nunca pasó a ser más que una propuesta para organizar un mercado con explotadores locales antes que europeos o gringos, una “verdadera” democracia ante la “democracia burguesa”, o industrialización de los medios de producción antes que exportación de materias primas. A fin de cuentas, Capitalismo.

La ausencia de una crítica profunda a los cimientos del Capitalismo es la causa de que esta fuerza haya sido solo defensiva y no haya pasado a una ofensiva real contra la sociedad de clases. La tensión alcanzada por aquellos años marcó ribetes históricos, pero no fue capaz de encontrar una coherencia entre sus contenidos que le proporcionará  el ímpetu para profundizar la lucha e ir más allá. Desde el principio, los grupos más radicalizados del proletariado delimitaron su programa definiéndose como  grupos de vanguardia, separándose de lo que denominaban “masa social”, lo cual conllevó -dentro de otros muchos lastres-, una centralización política que estaba verticalmente ligada a la concepción socialdemócrata de las cúpulas políticas del PC y el PS, que, como vimos anteriormente, a pesar de su  apuesta por la lucha armada, siempre concibieron a la democracia como antagónica a la dictadura, lo cual fue aprovechado por la burguesía progresista, que  se benefició de la protesta social y el fragor insurreccional para imponer su programa de reformas y aplastar los residuos de resistencia de los que no aceptaron el pacto con los líderes de la dictadura.

Desde nuestra mirada, la democracia no es ninguna forma de gobierno particular sino la esencia misma del Capital reproduciéndose: la dictadura del valor como ideología generalizada. No existe una contradicción real entre Dictadura y Democracia (lo que no quiere decir que sean lo mismo), sino que son dos momentos del devenir histórico capitalista funcionales a las necesidades de producción y reproducción del Capital en proceso, la única real contradicción, el único antagonismo objetivo, es la lucha de clases que despliega dicho proceso y que se encarna en nuestras vidas. Cuando la democracia ha delimitado las luchas proletarias[2], siempre ha tenido el mismo carácter: sacar a los proletarios de sus propios intereses de clase, llevándolos al terreno burgués de política, o sea, controlar el Estado para impulsar nuevas condiciones de desarrollo del Capital.

El comunismo no puede ser visto como una profundización de la democracia, es más una superación de todas las separaciones producidas por la apropiación privada capitalista, se trata del movimiento que tiende a constituirse en comunidad, aboliendo la dictadura del dinero e imponiendo las necesidades humanas. Mientras los proletarias que se rebelan contra la dictadura del valor sigan creyendo que luchan “por la verdadera democracia”, jamás será posible romper con el viejo orden del mundo, hacia una comunidad humana reconciliada consigo misma y con la naturaleza.

Este 29 de Marzo reivindicamos la vida de todxs aquellxs rebeldes que se enfrentaron al vampiro del Capitalismo, en cualquiera de sus formas, y en cualquiera de sus luchas. ¡Hermanos Vergara Toledo! ¡¡Presente!!

Que nuestra práctica sea histórica, tanto como nuestro pensamiento lo permita. Quien hace revoluciones a medias cava su propia tumba.

 Por la comunización de la vida.

Algunxs pobladores por el Comunismo y la Anarquía.

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Marzo del 2019

[1]  Otros sectores, como la AD, aspiraban lisa y llanamente a la democracia para regresar al estado de “derechos”, en que el orden capitalista debiese transitar “normalmente”

[2] Procesos históricos como el de la Guerra Civil Española 1936 o el Golpe de Estado en Chile en 1973, podrían haber tenido un rumbo diferente de haber tenido en cuenta una crítica radical a la política democrática y partidista, portadores eternos de la representación proletaria, que postergaron siempre las medidas revolucionarias en pos de construir un Estado “socialista”.

[Panfleto] Este 8M ¡Nada que celebrar! Todo por hacer.

Este panfleto fue difundido en forma de octavilla en la marcha del 8M recién pasado, alentamos la reflexión y agitación proletaria en torno a nuestra condición de explotados desde cualquier trinchera de lucha, destruyendo cualquier tipo de identitarismo e ideología y siempre en búsqueda de una real unificación negadora de las relaciones de producción existentes. Por la anarquía y el comunismo.

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“El hecho de entender la violencia contra las mujeres como
parte del dominio masculino y no como una excepción, ha
llevado a la conclusión que la lucha de las mujeres contra
la violencia sexista a nivel individual no se puede separar
de la lucha contra cualquier otra violencia del Sistema”
Rote Zora

El movimiento feminista debe apostar por abolir la condición de explotación y esclavitud que produce y re-produce el estado y el capital, pues no se puede poner fin a la opresión de la mujer, ni de nadie, bajo este sistema reproductor de mercancías que profundiza el orden patriarcal y que nos precariza cada vez más. Por ende, no se puede separar la lucha antipatriarcal de la lucha anticapitalista, porque la lucha es por negar lo que somos forzados a ser y hacer.

Anhelamos forjar hermandades solidarias que destruyan la contradicción entre lo público y lo privado, pues consideramos que esta conceptualización perpetúa la separación de la vida y ubica al grupo social “mujeres” en roles depreciados por la naturalizada valorización de la vida. Comprendiendo que, en la actualidad, el progresismo nos ofrece acceder a estos roles y a una distribución equitativa del poder, llamamos a la negación, ningún movimiento que busque la emancipación humana puede subsistir bajo esta realidad: nuestra vida sometida al tiempo y la lógica de producción, en función de nuestro sexo en beneficio del Estado/Capital.

Pedirle al estado que resuelva la violencia patriarcal, es estar boicoteando nuestra propia capacidad de superar este orden. En lugar de esto, invitamos a combatir y construir en el cotidiano- lugar donde se sortean los elementos necesarios e indispensables para recuperar y sustentar nuestra vida y lazos- los medios materiales para superar la dicotomía de lo público y lo privado y así atacar la totalidad del problema: la proletarización de nuestras vidas.

Apuntamos a la apropiación privada de la tierra que arroja a las comunidades a la esperanza del progreso y el trabajo, porque este robo inicial y permanente nos divide como especie entre quienes cuidamos y quienes producen en primera instancia y que, con el avance del capital, ha llegado a mercantilizar cada aspecto de nuestras vidas. Nos referimos al despojo que vivieron las brujas, las indígenas de hace quinientos
años y que vivirá cada comunidad humana que pretenda convivir con el capitalismo.

Nos negamos a este orden impuesto que nos condena a aceptar la explotación, la
dominación y la mercancía como parte inherente de la existencia. Por la liberación y acceso a la tierra que nos permitirá sustentar nuestra vida de forma autónoma y comunitaria.

HASTA LA RECUPERACIÓN DE NUESTRAS VIDAS
Por un feminismo anticapitalista y revolucionario.

Carta abierta a las mujeres , disidencias y hombres a unos días del 8 de marzo

_“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.” 
Rosa Luxemburgo

El feminismo no puede y no debe construir a los hombres como sus enemigos “naturales”. El enemigo es el orden patriarcal, que a veces está encarnado por mujeres 
Rita Segato._

Compañeras:
Estamos a unos días del 8 de marzo y hay algunas cuestiones que preocupan. El movimiento feminista ha marcado la agenda pública, las mujeres y las disidencias sexuales estamos dando que hablar. Sin embargo, este ruido que suena cada vez más masivo puede ser contraproducente si no tenemos cuidado. Los análisis simplistas y los odios emocionales, no pueden superponerse a encontrar un análisis crítico que nos lleve por el camino de la liberación y la armonía. Frente a esto planteó dos tensiones:

A) * crítica al separatismo absolutista*: llevar el separatismo a todas las áreas de organización, es una contradicción desde la propia teoría feminista porque
Es considerar que el patriarcado sólo afecta a las mujeres. lo que es una gran miopía, una falacia. El Patriarcado nos afecta a todxs. A nosotras nos castran del poder, del conocimiento, del espacio público, del debate, nos cosifican, etc. A ellos los castran de sus emociones, de sus afectos, de construir lazos afectivos de confianza, los educan para ser violentos y viriles, para demostrar su dignidad a partir de ese juego. A las disidencias las marginan por no reconocer otras formas de sexualidad que no sean las binarias.
Los hombres, como diría Segato, son las primeras víctimas del mandato de masculinidad, pues ellos tienen el mayor número de muertos en los asesinatos y las guerras, ellos mandados por otros hombres, son asesinados principalmente por otros hombres. Los femicidios son la parte más evidente de un análisis que requiere mayor profundidad. Desde este punto de vista, el feminismo es una herramienta teórica y un movimiento social que lucha por la abolición del patriarcado, entendiéndolo como un sistema de relaciones sociales y simbólicas que nos jerarquizan entre hombres, mujeres y disidencias a partir de la utilización de la violencia, donde todo lo que es femenino es sinónimo de ser dominado y conquistado. Por eso nosotras hemos sido las protagonistas, porque somos las mas evidentemente afectadas. Con esto no estoy exculpando ni defendiendo a agresores, ni violadores. Solo estoy poniendo las cosas en términos estructurales, en el patriarcado los únicos privilegiados son los hombres y mujeres burguesas, porque ¿qué privilegios tiene un hombre proletario que trabaja todo el dia, no conocer a su familia,? o ¿que su principal forma de relacionarse sea a través de la violencia?, o ¿ la incapacidad de tener lazos afectivos significativos con sus familiares y amigos y no poder hablar de sus emociones?. ¿Son realmente estas cosas un privilegio?, ¿es un privilegio drogarse y alcoholizarse o salir de fiesta todo el tiempo? como si no existiera otra cosa que el presente, como si no existieran responsabilidades con otrxs. ¿no será un síntoma profundo de soledad, de desconexión o de incapacidad emocional?. Somos hijxs de nuestro tiempo y estos mandatos de masculinidad y feminidad se incrustan en nuestras mentalidades, ahora enlazados con el más profundo narcisismo exitista del neoliberalismo, donde las palabras amor y solidaridad se alejan cada vez más, dando como resultados distintas facetas de la masculinidad y la feminidad patriarcal. Con esto no estoy negando, que sean principalmente los hombres quienes ejercen la violencia física, económica y psicológica contra las mujeres, pero son estos mismos perpetradores quienes también sufren las consecuencias de violencias ejercida por otros hombres. Con esto tampoco exculpo que en sus casas no realicen sus quehaceres en el hogar y dejen todo en manos de las mujeres. Estas cuestiones tienen que cambiar y las enfrentamos con fuerza, si queremos igualdad, responsabilidad ante la vida y construir comunidad, partamos por hacernos cargo de nosotrxs mismxs y cooperemos mutuamente.

Por esto el feminismo no es solo un movimiento de mujeres, no puede serlo (claro, nosotras lo comenzamos, por nuestra posición en la cadena de opresiones,) sino que es un movimiento de la humanidad contra la opresión y la explotación que nos desmantela las potencialidades y las virtudes que podemos desarrollar, un movimiento contra el patriarcado que nos enferma de violencia y competencia, este feminismo del que hablo lucha por la igualdad y la armonía no solo entre los seres humanos sino que también de las otras especies, porque como feministas también entendemos que a la tierra así como a nuestros cuerpos se les ha cosificado, es nuestra responsabilidad también defenderla. Como diría Angela Davis, “el feminismo eficaz tiene que luchar contra la homofobia, la explotación de clase , raza y género, el capitalismo y el imperialismo”. Porque todas estas violencias y opresiones son, (además de los análisis del materialismo histórico), expresiones de mandatos de masculinidad patriarcal.

B) ¿El feminismo es para todas las mujeres?, que tenemos en común con las burguesas? ¿qué tenemos en común con las privilegiadas, con las Señoras lucias Hiriart, con las Margaret Thatcher, con la Paty Maldonado?. Esas fachas solo defenderán sus privilegios, son enemigas de clase.
Ahora revelemos lo que nos ofrece el feminismo liberal disfrazado de igualdad: igualdad en los sueldos y cuotas en las instituciones del poder, poder en instituciones obsoletas y patriarcales ¿para que? mismas horas de explotación por igual paga que los hombres, y ¿se acaba con eso el problema de recuperar nuestras vidas?. Tampoco se acaba nuestra explotación consiguiendo mejores puestos políticos, en esta sociedad de clases. Ellxs seguirán con sus privilegios que se sostienen en nuestra precarización, estamos en veredas opuestas. El feminismo liberal no critica la raiz solo son bueguesas que quieren administrar compartiendo el poder con los hombres. Nuestra lucha no acaba ni empieza allí. Claro, puede ser que una demanda reformista vaya volviendo contextos más favorables para las demandas feministas, pero no es el meollo del asunto. Si el problema del modelo capitalista es la cosificación de las personas, el trabajo asalariado que nos roba la vida y nos aliena. Queremos tiempo para ser y construir comunidad, tener tiempo para lxs nuestrxs. Vamos entonces por demandas que disminuyan las jornadas laborales, para que podamos ir recuperando nuestro tiempo, nuestra vida, para que nos conozcamos a nosotrxs mismxs, con ello vamos organizándonos defendiendo nuestros territorios y construyendo comunidades.

No nos equivoquemos compañeras no seamos contradictorias ni marginemos con estructuras de pensamiento masculinistas: clasificar y separar mujeres si, hombres no, Mujeres adelante, hombres atrás. Hagamos las cosas bien esta vez, yo no quiero que mi compañero, ni mis hermanos o mi hijo caminen detrás mío, quiero que estén construyendo y tejiendo a mi lado, que comprendamos que tenemos la oportunidad de hacerlo a nuestro modo esta vez. Y compañeros no se alteren por las críticas es tiempo de deconstrucción, autocritiquese y cambie. Y si nos vamos a juzgar que sea por nuestra capacidad de cambio (a quienes queremos ser parte del movimiento y estemos dispuestxs a deconstruirnxs, a enfrentarnos a nosotrxs mismos con nuestras contradicciones). El patriarcado nos afecta a todxs de forma distinta pero a todxs, si queremos cambiar la sociedad los hombres tienen que cuestionarse, liberarse y acabar con esos mandatos de masculinidad disfrazados de privilegios.
Por un mundo donde podamos criar con amor y respeto a nuestros hijxs y donde lxs adultxs podamos entendernos en armonía y respeto, en comunidad.
Si bien somos las protagonistas porque la historia nos lo debe por un buen rato, no marginemos, no nos convirtamos en ellos, en sus estructuras de pensamiento segregador. Critiquemos, combatamos a quien haya que combatir. pero tejamos sociedad de una manera distinta, cualitativamente distinta

Así que cabras sororidad, pero de clase y decolonial
Y todxs vamos por un feminismo de clase y anticapitalista A barrer con el patriarcado y el capital
La revolución será feminista o no será!!
8 de marzo, todxs a la calle!!!

En camino a ninguna parte. Sobre el fin del progreso y la actualidad de un mundo sin clases ni Estados

Texto extraído de la página de los compañeros de Kosmoprolet 

Grupo Eiszeit

1 Mayo 2018, Zurich, Suiza

¡Qué bonito solía ser el futuro! Si contemplamos las visiones de futuro predominantes durante el siglo XX y las contrastamos con el presente, nos puede invadir la nostalgia o atenazar la desesperación. Aparte de las visiones apocalípticas que emergieron bajo la impresión de la Guerra Fría o de las sátiras sobre tendencias del presente, prevalecía una visión optimista del futuro.

Además de las expectativas por un posible asentamiento humano en el espacio, de nuevos avances médicos, del entusiasmo suscitado por el surgimiento de nuevos métodos de comunicación y la esperanza de una paz duradera, encontramos, sobre todo, predicciones acerca del futuro del trabajo. Éstas están en total contradiccón con las condiciones de vida del presente. John Maynard Keynes por ejemplo, uno de los economistas burgueses más influyentes del siglo pasado, pronosticó en el año de 1930 que dentro de cien años trabajaríamos 15 horas semanales.

Indudablemente el progreso del capitalismo siempre ha estado relacionado con la brutal explotación de los asalariados. Hoy en día, la legitimación de este sistema económico basada en la concepción del capitalismo como sistema dinámico, de genialidad inventiva y en constante búsqueda del progreso, está completamente en ruinas. Ya nadie quiere alcanzar las estrellas trabajando como astronauta, pues convertirse en estrella de Youtube es definitivamente la opción más atractiva. En realidad todos tienen miedo de reconocer que la perspectiva más optimista que nos queda, es la de encontrar un trabajo del cual podamos vivir y que, si tenemos suerte, recién nos lleve al borde del agotamiento después de los cuarenta. Ya no queda rastro alguno del utopismo de antaño, más bien todos se dedican a conservar la precariedad del status quo. Ya ni siquiera los programas espaciales tienen mucho valor para aquellos países que solían ser líderes en este sector. En su lugar, hoy en día, personas como el autoproclamado superhombre y empresario Elon Musk lanzan automóviles al espacio. Mientras tanto, el laboratorio del futuro, Silicon Valley, ha conseguido sus mayores éxitos en los últimos años, reinventando taxis, servicios de entrega y de alquiler de habitaciones privadas. Todo esto sin respetar las leyes de seguridad laboral y el salario mínimo, los cuales han sido sustituidos por modelos económicos en los que el riesgo empresarial recae completamente sobre los hombros de los precarizados “independientes“.

Volver al futuro

No sólo la promesa de felicidad en el futuro es parte del pasado, también el ahora se presenta en tonos grisáceos. La clase dominante no sólo ha perdido toda visión de futuro, sino también lo que alguna vez acompañó su ascenso: la razón y el humanismo. La deteriorada lumpenburguesía carece de estrategia. Mientras los asalariados son condenados a vivir sometidos al movimiento perpetuo del trabajo asalariado, el personal político se encuentra globalmente en una constante operación de emergencia.

En el norte de Siria, por ejemplo, Turquía, país miembro de la OTAN, ha asesinado ante los ojos de un público mundial mayormente desinteresado, y en complicidad con bandas asesinas islamistas, a curdos sirios (y pronto también asesinará a curdos iraquíes). Son precisamente aquellos que han estado actuando recientemente como infantería de los Estados Unidos y de la Unión Europea contra el Estado Islámico, los que ahora son asesinados con armas provenientes de esos mismos Estados. Al mismo tiempo, la Unión Europea se asegura, a través de generosos pagos al estado turco, de que prácticamente nadie pueda escapar del infierno de la guerra subsidiaria que tiene lugar en suelo sirio y en otros desestabilizados estados de la región, y refugiarse en Europa.

Pero no sólo personas provenientes de las regiones en crisis o en guerra intentan alcanzar las zonas euopeas de alta seguridad. Según la ONU, la migración internacional ha aumentado masivamente. El año pasado, 258 millones de mujeres migrantes cruzaron las fronteras nacionales. Se estima que, hasta 2060, 1.400 millones de personas tendrán que huir de las zonas costeras debido al aumento del nivel del mar. A esto se suman hambrunas en diferentes regiones debido al cambio climático y la progresiva erosión del suelo en territorios desertizados. Si bien no se puede decir con exactitud cuáles serán los efectos de estas catástrofes ecológicas ni cuál será el impacto que tendrán sobre los movimientos migratorios mundiales, con seguridad, la situación mundial se pondrá aún más incómoda.

También dentro de las fortalezas protegidas por Frontex el presente se presenta sombrío. Aunque la Internacional de los nacionalistas promete aislar al precarizado oasis europeo de los problemas de desarollo a nivel mundial, la competencia es omipresente y se presenta, hacia adentro, bajo las siglas de la ideología del darwinismo social y, hacia afuera, como chovinismo nacional e imperialista.

El odio hacia todo lo que es supuestamente inútil se expresa de diferente manera dependiendo del nivel de educación, pero el tenor general es inconfundible: los que no rinden, no tienen derecho a comer. Mientras tanto, el desmantelamiento del Estado del bienestar no combate la pobreza sino que reprime a los pobres. Sin embargo, los apologistas liberales, como el psicólogo evolutivo Steven Pinker (venerado por los medios de comunicación) vitorean que el número de los extremadamente pobres, aquellos que viven con menos de 1,90 dólares al día, está en declive. Al mismo tiempo, la esperanza de vida de los países que alguna vez fueron los más avanzados dentro del capitalismo, disminuye especialmente debido al desmantelamiento del sistema sanitario. Y de los Estados de la periferia meridional europea o de otros lugares en crisis ya nadie quiere hablar.

¡Activemos el freno de emergencia!

Del antiguo patetismo del progreso capitalista ya no queda mucho. La catástrofe no es el futuro inminente, sino más bien la posibilidad de que el ahora se repita eternamente. No será la historia, pero quizás sí una de las próximas generaciones, la que pronuncie un veredicto sobre aquellas personas que contemplaron pasivamente el mundo, sin entender que la miseria generalizada no es una ley de la naturaleza. Pero aquellos que se dedican a observar atentamente verán destellos de resistencia contra la coyuntura política. En diferentes lugares del planeta hay gente que se une para hacer frente al infortunio actual. En los EEUU, por ejemplo, miles de maestros están en huelga luchando contra condiciones de trabajo miserables, en Francia trabajadores ferroviarios y estudiantes se defienden contra los ataques desde arriba, y en Alemania hay huelgas de advertencia de vuelos y trenes y las guarderías permanecen cerradas. Recordemos también las luchas antirracistas contra la violencia policial que ocurren, por ejemplo, en los EEUU y en Brasil, las decenas de miles de personas que en Polonia están luchando contra una nueva ley de aborto tomándose las calles, y la ola de solidaridad con los refugiados en Alemania. Tambien en este país hay gente que se junta para intentar contrarrestar el estado actual de las cosas. Las luchas y tentativas momentaneamente permanecen aisladas, incapaces de oponerse de forma eficaz a las condiciones actuales. Es imposible predecir lo que sucederá en el futuro si estas luchas se intensifican, se expanden y se unen.

Probablemente, a lo largo de la historia, las condiciones objetivas para alcanzar grandes metas nunca hayan sido tan buenas como ahora, pues el desarollo tecnológico conlleva un enorme potencial: robots y sensores podrían librarnos del trabajo duro y monótono; en vez de ser espiados y estandarizados por la «Big Data» podríamos usar computadoras y redes informáticas para producir con cordura y de acuerdo a nuestras necesidades reales. Pero no sólo tendríamos que poner a la sociedad patas arriba sino también algunos aspectos de la tecnología misma, pues actualmente está siendo usada encontra de nosotros.

El ingenio humano no debería ser desperdiciado en encontrar nuevos modelos de negocio para vender cosas que son multiplicables arbitrariamente y que amenazan con socavar la forma de la mercancía. En vez de restringir artificialmente el uso de ciertos logros a través de patentes, podríamos poner a disposición de todos, nuevo software, grabaciones musicales, literatura, información y los avances de la arquitectura o de la investigación médica.

Si precindiéramos de todo trabajo superfluo pero indispensable para el capitalismo, instantáneamente tendríamos enormes recursos a nuestra disposicion: empleados de aseguradoras, directores de bancos, asesores fiscales o abogados; todos podrían usar su fuerza y tiempo en tareas mucho más significativas e importantes. Tan sólo imaginemos un segundo qué podríamos hacer, por ejemplo, si todos los recursos necesarios para el bombardeo y la masacre en Siria, fueran invertidos en otras cosas como la construcción de estructuras necesarias en la región: si así fueran las cosas, entonces hoy en día la tarea principal en Siria sería la administración de un paisaje floreciente. Para la construcción de un portaaviones estadounidense de la clase Nimitz, por ejemplo, se necesitan 40 millones de horas de trabajo y aproximadamente seis mil millones de dólares. Cada uno puede hacer sus propias cuentas e imaginarse lo que se podría hacer con todos estos recursos si fueran usados con sensatez.

La mala noticia: en el capitalismo la razón de estado y las exigencias económicas impiden constantemente todo uso razonable de estos potenciales. La buena noticia es que si derrocamos a este sistema tendremos a disposición un enorme potencial. Si se usara este potencial para desarollar las infraestructuras necesarias en las regiones de miseria, no sólo disminuiría la migración mundial, sino que también se reduciría la contaminación del medio ambiente. Sin embargo, si viviéramos dentro de una comuna mundial, toda persona podría moverse libremente a través del mundo, pues ésta no conocería fronteras que deban ser vigiladas.

La sociedad mundial sin clases ni Estados no conoce la competencia como principio básico, sino que se basa en la organización colectiva para satifacer las necesidades e intereses de los individuos no aislados. En vista del estado actual del mundo y de la falta de perspectivas que nos ofrece, no es más que un imperativo de la razón y de las necesidades romper con toda la mierda omnipresente. Tenemos que dar un salto hacia lo desconocido, pues aunque no surja directamente un paraíso, el resultado será mejor que el estado actual del planeta. No solo está en manos de todos y cada uno de nostros apoyar y unir los destellos de resistencia a través del mundo, sino también el darles una plataforma más amplia a los mismos.

POR UNA SOCIEDAD SIN CLASES NI ESTADOS

COMUNISMO O BARBARIE

[Francia] Sobre los Chalecos Amarillos

Publicamos estas traducciones sobre lo acontecido estas ultimas semanas con el movimiento social  denominado «Gillets Jaunes». Un acercamiento al proceso interno de la insurrección, sus contradicciones, limitaciones, y la latencia cada vez mas fuerte de la necesidad mundial de una revolución a titulo humano que barra con la dictadura de la valorización. 

  • CHALECOS AMARILLOS PARA QUIENES VEN ROJO
  • COMUNICADO DEL GIIC
  • 1 DE DICIEMBRE: LLEVAR EL DESORDEN AÚN MÁS LEJOS
  • EL AMARILLO NO ES EL COLOR DE LA PRIMAVERA
  • DEMANDAS DEL MOVIMIENTO DE LOS CHALECOS AMARILLOS
  • DEL CHALECO AMARILLO A LA RABIA NEGRA
  • ¿DE LA RABIA NEGRA A LA INSURRECCIÓN GENERALIZADA?
  • OTROS ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL PORTAL LIBERTARIO «A LAS BARRICADAS»
  • TERRIBLE VIOLENCIA EN FRANCIA

Avisar de antemano que los enlances de las notas al pie no están completos, es cuestión de descifrarlos entrando al sitio web nombrado y buscando el artículo en cuestión.

CHALECOS AMARILLOS PARA QUIENES VEN ROJO

Este artículo https://agitationautonome.com/2018/11/22/des-gilets-jaunes-a-ceux-qui-voient-roug apareció un par de días antes de las grandes manifestaciones del 24 de noviembre. Esta es una traducción hecha un poco a la rápida, a la cual seguirán otras, que den cuenta del movimiento de protestas en Francia, según se han ido desarrollando los acontecimientos. Hay una versión en inglés traducida por los compañeros de Ediciones Inéditos (https://ediciones-ineditos.com). [Traducción: Átopos Blaidd]
* * *

En los últimos días, la izquierda ha debido luchar para aprehender políticamente ese nuevo fenómeno llamado «chalecos amarillos» (Gillets Jaunes), pues éste no ha surgido directamente de las formas de protesta tradicionales. Esto ha tenido el efecto de que todos los análisis críticos se apresuran a apoyar alegremente el movimiento sin cuestionar nada (¿quién se moviliza? ¿por qué? ¿cómo?). O bien a despreciarlo descaradamente por esos «picantes» que no adhieren a las «buenas causas», como si la conciencia de clase pudiese surgir mágicamente en los proletarios. Al mismo tiempo, no podemos describir los eventos como una burda e infundada manipulación de la extrema derecha, capaz de crear un descontento social completamente artificial a través de videos en Facebook.

La locura por los «chalecos amarillos» es un síntoma del período político en que nos encontramos, fruto de un capitalismo en crisis y de la disolución de cualquier identidad de trabajadores reconocible y comúnmente compartida. Esta pérdida de puntos de referencia ha sido brutal, y algunos debates dentro de la izquierda radical (debates que a veces reflejan más un pasado imaginario que una comprensión de la compleja composición de clase de las luchas actuales) han consistido en cuestionar la proporción de proletarios que usan automóvil y que, por lo tanto, han sido directamente afectados por la subida del precio del diesel. Muy a menudo terminan volviendo a la fantasía reaccionaria de una buena Francia campesina rural donde vivía la mayoría de los «pobres» (el concepto del proletariado se escurre rápidamente por las grietas). En nuestra opinión, es más relevante centrarse en el contenido político de este movimiento y en cómo se traduce en la práctica.

La diversidad de los chalecos amarillos en relación con los motivos para movilizarse le ha permitido a cada cual plantar su pequeña bandera ideológica mientras retiene solo lo que le conviene. Así, Action Française, un grupo monárquico francés fundado en 1898, después del caso Dreyfus, por Charles Maurras; el GUD, un grupo neofascista fundado en 2017 por antiguos miembros del Grupo de Defensa Sindical e inspirado en el movimiento italiano Casa Pound; el Rassemblement National, ex Frente Nacional de Marine Le Pen; el grupo Les Républicains, principal partido de derecha animado por el ex presidente Nicolas Sarkozy; pero también La France Insoumise, movimiento populista de izquierda de Jean-Luc Mélenchon; varios grupos trotskistas que van desde la extrema izquierda ex trotskista del Nouveau Parti Anticapitaliste, hasta los orto trotskistas de Lutte Ouvrière, e incluso anarquistas que difunden la buena nueva… todos podrían reclamar la victoria y fortalecerse gracias al relativo éxito de las manifestaciones del 17 de noviembre. Recordemos que cuando en toda Francia salen a protestar 250 mil personas en una movilización convocada por los sindicatos, eso se considera una derrota, y en este caso ni siquiera se había declarado la huelga.

El episodio de Marcel Campion [1] debería haber servido como una lección para algunos que, arrastrados por el ardor de la masificación se están negando a pensar sobre la rabia de aquellos que están saliendo a la calle sobre una base interclasista, yendo incluso detrás de las reivindicaciones liberales de los pequeños patrones. Porque sí, todas las encuestas muestran que «la gente está cabreada». Pero tenemos que preguntarnos qué significa «la gente» y acerca de qué están enojados.

Si policías, fachos y parte de los patrones se han sentido interpretados por las demandas de los «chalecos amarillos», ello no es una recuperación oportunista y aleatoria que se ha dado en una convergencia antinatural: es porque la dinámica del movimiento coincide con sus intereses de clase. O, al menos, porque la confusión prevaleciente no amenaza directamente a esos intereses, al menos en la Francia metropolitana. La situación es muy diferente, por ejemplo, en la Isla de Reunión (donde el desempleo entre la población trabajadora es del 22%), donde el movimiento no se está llevando a cabo de manera interclasista, sino precisamente en los barrios más pobres y más racializados (disturbios, saqueos de tiendas departamentales, la policía entregando insignias a los comerciantes para formar milicias, toque de queda, etc.).

Independientemente de lo que digan algunos manifestantes aislados, que expresan su frustración de manera desorganizada ante las cámaras queriendo transmitir declaraciones impactantes, el movimiento se ha desarrollado en torno a un discurso poujadista [2] de protesta contra los «impuestos» y las «cuotas» que «asfixian a la gente», lo cual está lejos de ser una lucha de clases (y al contrario de lo que se ha dicho, casi el 70% del aumento de los precios proviene de las fluctuaciones del precio del petróleo y no de una política estatal deliberada).

La decisión de «bloquear el país» un día sábado sin acudir a los lugares de producción, está lejos de ser trivial, y es divertido observar que Martínez, el «socialdemócrata», tiene un mejor análisis de clase que la mayoría de los izquierdistas al declarar que “la CGT no marcha con la extrema derecha ni con los patrones”. Una extrema derecha que se siente cada vez más cómoda (saludos nazis, denuncia de migrantes a la policía, invitaciones a militantes antisemitas, ataques racistas y homofóbicos, etc.), precisamente porque la movilización del 17 de noviembre no tuvo bases sectoriales ni proletarias, sino territoriales y populistas.

Queriendo negar lo obvio e inventar nuevos aliados para ampliar las filas de la «gente rebelde», los izquierdistas imaginan que comparten con chalecos amarillos al menos un enemigo en común: los capitalistas o, en su defecto, «los ricos». Pero, ¿cómo podemos afirmar que este movimiento se opone a la burguesía cuando evita cuidadosamente atacar los puntos críticos de la economía, contentándose en cambio con organizar marchas vacías hacia los ayuntamientos, donde los funcionarios electos locales son vilipendiados simbólicamente?

La cobertura mediática y la gestión policial de esta movilización también dicen mucho sobre el grado de amenaza que supone para el Estado y la economía: la complacencia de los noticiarios frente a algo que en cualquier otro contexto habría sido descrito como “disturbios”; las intervenciones policiales relativamente escasas y no violentas frente a mítines no autorizados y, por lo tanto, ilegales; Le Monde hablando sobre un «relativo resguardo de la seguridad» porque no ha habido daños materiales, siendo que se ha informado ya de un muerto y cientos de heridos…

Sin embargo, el día siguiente al 17 de noviembre hubo señales de iniciativas locales que fueron más allá de una lucha fiscal. En algunos lugares, la falta de una coordinación estricta ha permitido algunos «brotes» que se han escapado del marco de la demanda inicial, ya sea tomando una orientación para-sindical, especialmente con bloqueos logísticos que han asustado a los patrones, o bien dando lugar a ataques racistas, sexistas y homofóbicos nacidos directamente del carácter populista de estas manifestaciones. De hecho, «la gente» implica la pertenencia a una «comunidad nacional» de la cual los extranjeros están necesariamente excluidos.

Queda por verse si las fracciones dispersas de los «chalecos amarillos» disidentes pueden sobrevivir independientemente de una dinámica nacional, una vez que la ola de confusión de las movilizaciones haya disminuido. El movimiento se ha basado en una ira generalizada y real entre varias poblaciones pero, en ausencia de contenido estable y determinado, es probable que implosione porque el hecho de ser «ciudadanos enojados» no proporciona ninguna base política común, aunque todos intenten aferrarse a ello de la mejor forma que puedan. Fue esta falta de una base política común lo que llevó a la pérdida del Movimiento de las Horcas en 2013 en Italia, un movimiento populista que fue en parte anti-fiscal y tan «inclusivo» como el movimiento el de los «chalecos amarillos».

En el lado izquierdista, los filósofos de la École normale supérieure (una de las universidades más prestigiosas de Francia) han podido «experimentar» su pequeño momento con «el Pueblo» (perdón, las «subjetividades difusas»), mientras el escalofrío de la insurrección ciudadana les recorre el espinazo, y comienzan a soñar con disturbios y barricadas en medio de un mitin contra el aumento de los precios del petróleo. En efecto, es este reclamo dirigido al Estado el que constituye la médula espinal de la movilización, y no un anticapitalismo inconsciente de ningún tipo que naturalmente estaría en el germen de las acciones ciudadanas de los «indignados» (en el sentido del «Indignados» españoles o el movimiento «Nuit Debout»).

Génération Ingouvernable [4] llama a “perdernos en la confusión”, una llamada más política. Pero, ¿por qué culpar a los revolucionarios románticos, los mismos que llamaron a la revuelta durante la última Copa del Mundo? Y aquí reaparecen otros poetas: Lundi Matin [5], que afirma que el chaleco amarillo tiene la «utilidad simbólica» de volver la seguridad en contra del propio orden de la seguridad [6]: «Lo que se impuso por primera vez como un dispositivo de seguridad se transforma en una disidencia social. (…) Cuando salen de sus autos, los chalecos amarillos se reconocen entre sí por la urgencia que les impone el repentino deterioro de sus formas de existencia».

Todas estas extrapolaciones izquierdistas delirantes son lógicamente congruentes con los anarquistas que creían que el movimiento por la independencia fiscal de Cataluña llevaría a la abolición absoluta del capitalismo, o que la consolidación del Estado kurdo en Rojava tenía algo que ver con la revolución comunista. Todo lo que se mueve es rojo, cualquier enojo es revolucionario y puedes hacer pasteles de chocolate con las sobras de un guiso de zapallo.

La comparación con la autonomía italiana de la década de 1970 fue aún más audaz, al atribuir el término «disturbios urbanos» a una caminata ciudadana escoltada por la CRS [7]. Hasta pudimos leer a un intelectual trotskista que vinculaba los chalecos amarillos con las luchas contra la circulación del capital (y alegando por ese motivo que los chalecos amarillos eran trabajadores que que habían abandonado la fábrica, cuando en realidad una mayoría abrumadora estaba trabajando el sábado pasado). Cuando no pasa nada, tenemos que soñar: soñar nos mantiene ocupados en los días entre una reunión y otra, y nos permite sacar del closet el disparate ideológico que teníamos guardado desde el final del último movimiento social.

[1] El sitio web Lundi Matin recibió con agrado el llamado de Marcel Campion, «rey de los recintos feriales» y, por cierto, empresario multimillonario partidario de Marine Le Pen, a manifestarse juntos contra la reforma del código laboral en 2017.

[2] Poujade fue un político francés de la 4ta República que lideró un fuerte movimiento de protesta contra los impuestos, compuesto por comerciantes y gerentes de pequeñas empresas y que pidió un levantamiento del hombre común contra la élite. Jean-Marie Le Pen fue elegido diputado por primera vez en 1956, mientras se postulaba para el partido de Poujade.

[3] Martínez es el actual jefe del sindicato más grande de Francia, la CGT.

[4] Génération Ingouvernable: grupo nacido del Cortège de Tête durante el movimiento contra el Loi Travail.

[5] Revista semanal online inspirada principalmente en los textos del Comité Invisible.

[6] El chaleco amarillo se hizo obligatorio por primera vez en Francia en 2008.

[7] Policía antidisturbios francesa.

Comunicado del GIIC sobre la revuelta social en Francia (2 de diciembre 2018)

Al tercer sábado del movimiento de los «chalecos amarillos», las imágenes de los disturbios en los Campos Elíseos y del barrio burgués rico y chic de París que los rodea, están en la primera plana de los noticieros. Pero este 1ero de Diciembre, y después dos semanas de bloqueos de las carreteras y de las rotondas, es una verdadera revuelta social mezclando obreros, desempleados, jubilados, artesanos, campesinos, pequeños y auto-empresarios que ha explotado a través todo el país. Los enfrentamientos con la policía se han multiplicado en Tolosa, Marsella, pero también en Tours, Avignon, en Dijon, en varias ciudades más o menos grandes… hasta el Puy en Velay donde la prefectura ha sido quemada por los manifestantes [1].
Exacerbación y generalización de la rabia popular en todo el país

Si unos grupos de extrema derecha [2] y de «extrema izquierda» tipo Black blocs fueron, por cierto, activos al inicio de los enfrentamientos parisinos, se puede dudar seriamente que fuera lo mismo en Puy en Velay (18 000 habitantes al centro de la Francia rural) o aún en Charlevilles-Mézières (48 000 habitantes en las Ardenas). Ante la represión de los CRS y gendarmes (la policía anti-motín), numerosos «chalecos amarillos» decidieron responder a la violencia estatal, sea asumiendo ellos-mismos su propria defensa, sea asociándose directamente o pasivamente a las violencias de diversos grupos más o menos informales llamados «extremos». Este rechazo físico al ceder a la violencia policíaca del Estado se había ya expresado durante las manifestaciones obreras de 2016 contra la «ley trabajo» que habían sido reprimidas de manera muy violenta, y durante las cuales, miles de trabajadores mostraban sin embargo su solidaridad con los «black blocs» y otros frente a la policía. Esta «radicalización» de los manifestantes durante las movilizaciones sociales responde a las violencias cotidianas impuestas por el capitalismo y la dictadura de su Estado ; y de manera más general a la crisis del capitalismo y a las miserias de todo tipo que este impone sobre miles de millones de seres humanos. Más allá del desconcierto creciente del gobierno incapaz de enfrentar la situación inmediata y que parece únicamente capaz de tirar aceite al fuego, su rechazo – hasta ahora – para retirar sería sólo el alza de las tasas sobre la gasolina que hubiera podido calmar la explosión general de rabia, ilustra a la vez la urgencia del capitalismo francés, pero también internacional, para imponer cada vez más miseria y explotación y el inevitable estallido de violencias sociales masivas a nivel mundial cuyos inicios apenas estamos viendo. Del mismo modo, el hecho que, hasta ayer, las encuestas de opinión indican que 85% de la población francesa apoya al movimiento a pesar de las violencias de los 17 y 24 de noviembre – centenares de heridos y dos muertos – expresa esta radicalización y generalización de la rabia… como las contradicciones y limites de este movimiento ’interclasista’; quiere decir en el cual se mezclan pequeños empresarios, artesanos, incluso campesinos, asalariados, obreros y jubilados.

En el momento de redactar, el callejón sin salida parece total. Por un lado, sin volver sobre ninguna de las tasas y otros aumentos de los precios de la energía que ha decidido, el gobierno centra toda su comunicación sobre los amotinados, los medios de comunicación evocan un clima de insurrección y los sindicatos de policía llaman a que intervenga el ejército y a declarar de nuevo el estado de urgencia ; por el momento, el gobierno parece incapaz de proponer cualquier respuesta política. Por el otro, el movimiento de los chalecos amarillos, por sus características, su composición social diversa y aun contradictoria, sus reivindicaciones también diversas y contradictorias, es incapaz de organizarse a mínimamente y aún menos de poder presentar una verdadera perspectiva de lucha contra el Estado y el capitalismo.
Límites y callejón sin salido del movimiento «interclasista»

La foto de una treintena de chalecos amarillos arrodillados ante la Tumba del soldado desconocido al Arco de Triunfo en París y cantando a todo pulmón la Marseillaise, brazos blandidos hacia el cielo, cualquiera sean los autores (elementos de extrema derecha o no), en medio de los enfrentamientos, ilustra claramente los limites y las contradicciones de este movimiento.

Por una parte, además de las reivindicaciones llamando a la dimisión de Macron y a la disolución de la Asamblea Nacional, reivindicaciones típicas de la pequeña burguesía y de la extrema derecha, la de la bajada de los impuestos y tasas permite a «todos» reconocerse y reagruparse detrás este eslogan. Una gran mayoría de obreros, de proletarios, sobre todo en provincia, poco acostumbrados, si jamás lo fueran, a movilizarse sea por la huelga, sea en las manifestaciones, rechazados lejos de las ciudades y lugares de trabajo por el precio de las rentas y de la vivienda, se ven obligados a utilizar su coches para ir al trabajo. Así, el aumento de la tasa sobre la gasolina se vivió como una enésima agresión contra sus condiciones de vida, «la gota que colma el vaso». Es precisamente sobre estas reivindicaciones y características pequeño burguesas, en nombre del «pueblo francés», reagrupando a todas las capas de «trabajadores», asalariados y proletarios, pero también pequeños empresarios, auto-empresarios, artesanos, comerciantes, campesinos a veces, que el partido de izquierda France Insoumise de Mélenchon lo disputa a la extrema derecha y al Rassemblement National de Marine Le Pen el liderazgo de la defensa del pueblo francés, de la bandera nacional y del nacionalismo lo más grosero.

Sobre este terreno, los obreros que se encuentran aislados y ahogados en tanto que proletarios en una masa con intereses heterogéneos y aun a menudo contradictorios, aislados y ahogados en el «pueblo», no ganarán nada. Y tienen todo que perder a dejándose arrastrar a métodos y objetivos de lucha que pueden sólo perjudicar la defensa de sus intereses y llevarles en el callejón sin salida del nacionalismo y de la xenofobia, incluso del racismo.
Les toca a los proletarios tomar la dirección de la lucha contra el capitalismo

Por la otra parte, la participación individual de numerosos obreros, de jubilados y de desempleados hizo que varias reivindicaciones que podrían ser retomadas por la clase obrera como un todo, por el proletariado en tanto que clase explotada y revolucionaria, emergieron claramente encima del bric-a-brac reivindicativo de los chalecos amarillos. Además de la anulación de la alza del precio de la gasolina, el aumento del salario mínimo legal, el SMIC – muchos chalecos amarillos «obreros» fijan el aumento a 1800 euros mensuales –, así como el aumento general de los salarios y de las pensiones deberían ser retomadas en los lugares de producción para movilizarse y comprometerse de manera resuelta, quiere decir colectivamente, en la lucha. Es así que la clase obrera podría presentar a estas reivindicaciones una salida real abriendo la vía no solamente a que se las puede ganar, a que el capitalismo francés retrocede por primera vez desde mucho, pero también a la destrucción del capitalismo como tal que conduce el conjunto de la humanidad a la miseria, a la catástrofe ecológica – por la cual la burguesía quiere hacer pagar a los proletarios y poblaciones y a la cual la carrera a la ganancia capitalista nos lleva de manera inevitable – y, de manera más general, a la guerra imperialista generalizada.

Por ello, no se puede contar con los sindicatos llamados «obreros» para llamar a la lucha y a huelgas en la situación presente. Es precisamente lo que la componente obrera de los «chalecos amarillos» ha entendido muy bien después de los fracasos sucesivos de las movilizaciones pasadas, la de 2003 hasta las de 2016 contra la «ley trabajo» y de 2018 de los ferrocarrileros. En ausencia de perspectiva obrera, este sentimiento «anti-sindicalista» entre los sectores los menos experimentados del proletariado en Francia se reconoció, erróneamente, en el «anti-sindicalismo» del pequeño burgués que no es sino la expresión de su temor patológico ante la lucha obrera y la perspectiva del comunismo. Los sindicatos se abstendrán de hacerlo, salvo si sectores obreros al movilizarse ellos-mismos les obligue, aún menos que la emergencia de luchas obreras, huelgas y manifestaciones, en la situación actual de rabia generalizada arriesgaría a presentar rápidamente, y verdaderamente (al contrario de los chalecos amarillos), un peligro real para la burguesía y el capitalismo francés. Dadas las circunstancias y el radicalismo aparente de los chalecos amarillos y del ambiente generalizado en el país, una dinámica de movilización del proletariado en Francia daría de manera inmediata otro carácter a la revuelta social detrás las reivindicaciones salariales, un carácter de clase, en la cual la bandera tricolor lo cedería rápido a la bandera roja ; la Marseillaise al canto de la Internacional – de paso, haría volar en pedazo la «unidad interclasista» de los chalecos amarillos. Y sobre todo, cuestionaría rápidamente el poder existente, el gobierno actual, y provocaría una crisis política afectando a todo el poder de Estado [3].

Sin embargo, para que esta perspectiva de lucha obrera pueda abrirse, todavía los proletarios, los obreros los más combativos, tienen que comprometerse y movilizarse para el estallido lo más pronto posible de combates obreros, para intervenir hacia los chalecos amarillos, en particular obreros, y enseñarles el verdadero terreno y camino del enfrentamiento al capital. Para esto, no podrán ahorrarse la confrontación política a… los sindicatos y partidos de izquierda tan en los lugares de trabajo como en las manifestaciones callejeras. Pero para que esta perspectiva pueda abrirse, los militantes obreros más conscientes y los revolucionarios deben reagruparse, organizarse, en comités de lucha u otro forma, y dirigirse hacia todos los proletarios, tan en los lugares de trabajo como a los, «chalecos amarillos», quienes están en los bloqueos de carretera.

GIIC (Grupo Internacional de la Izquierda Comunista) – Revolución o Guerra (www.igcl.org), 2 de Diciembre 2018.

Notas:

[1] . Desde el 17 de noviembre, otro movimiento de «chalecos amarillos» se ha desarrollado, en grado menor, en Bélgica.

[2] . Cabe destacar que los intentos iniciales de la extrema derecha de arrastrar a los chalecos amarillos sobre un terreno racista y xenofobo fracasaron hasta la fecha y que estos últimos, en su mayoría, se alejaron de este. El peligro del fascismo al poder no está en la agenda.

[3] . No quiere decir por lo tanto que las cuestiones de la insurrección obrera y del poder de los consejos obreros, de los «soviets», sean planteadas. Falta mucho para que el proletariado esté a tal nivel de confrontación al capital y al Estado burgués.


1 DE DICIEMBRE: LLEVAR EL DESORDEN AÚN MÁS LEJOS

Esta nota apareció el 3 de diciembre en francés en el blog Carbure (https://goo.gl/w3kJLQ). Fue publicada el mismo día en inglés en la web de Ediciones Inéditos (https://goo.gl/WMpAJJ). Esta es nuestra traducción. Hay que leerlo teniendo en cuenta el giro que la situación dio hace unas horas, cuando el primer ministro francés, Édouard Philippe, anunció la congelación de los precios del gas, la electricidad y de los carburantes hasta que un «diálogo nacional» ponga a punto la reforma del sistema fiscal. [Traducción: Átopos Blaidd]

* * *

El sábado 1 de diciembre, el movimiento Gilets Jaunes dejó de pertenecer a y ser el movimiento de la Francia blanca de clase baja que había sido al principio. Dada la predecible negativa del Estado a satisfacer hasta el más modesto reclamo (como lo demuestra el hecho de que los «portavoces» del movimiento no pudiesen o no quisieran reunirse con el Primer Ministro), también dado el aspecto irrisorio que cualquier demanda asume a la luz de una existencia intolerable, y gracias a la convergencia en un entorno urbano de TODAS las rabias, empieza a manifestarse bajo la capa de discursos e ideologías el contenido revolucionario de nuestra época, y este contenido es el desorden. La pregunta ahora es dónde terminará lo que ha comenzado, o hasta qué punto esto que ha comenzado podrá seguir creando el desorden. Ya quienes pusieron en marcha el movimiento se han puesto a la retaguardia de lo que detonaron, apelando a la razón y exigiendo un retorno al orden republicano en las páginas de Le Journal du Dimanche. Ellos eran la encarnación de la iniciativa en este movimiento y su reticencia demuestra que este movimiento ya no es suficiente. Se contentarán con una moratoria sobre el aumento de los precios del combustible, sobre el aumento del precio de lo que sea, o con la organización de un referéndum sobre la transición energética, justo cuando empieza a emerger un movimiento dispuesto a tomar lo que encuentre en su camino y que ya no puede cristalizar en torno a ningún discurso o demanda; excepción hecha de la repetición del «Que renuncie Macron», como una especie de mantra que invoca la nada y la desaparición de todo lo que este mundo representa. «Que renuncie Macron» es el límite político de este movimiento y al mismo tiempo un llamado al fin de toda política.

Teniendo en cuenta lo que ocurrió el sábado 1 de diciembre, sería absurdo seguir llamando a esto un «movimiento en contra del alza del costo de la vida», o religar a un reclamo económico lo que evidentemente ha ido mucho más allá de eso. El sábado, los «Cuadernos de Quejas» (1) fueron utilizados para iniciar incendios. El movimiento Gilets Jaunes, tras superar la etapa de hacer demandas económicas que le caracterizó durante la primera semana, entró en su fase políticamente populista en la semana siguiente, al exigir que el Estado se retire del pueblo o que el pueblo se convierta en el Estado. Hicimos la crítica de esta fase y determinamos el contenido de las demandas formuladas por la Francia blanca de clase baja dentro de su mediación de clase, demostrando los límites del interclasismo y señalando el peligro de una unión nacional popular de algunos contra los «otros». Apenas acabábamos de hacer la crítica de esta fase cuando nos vimos entrando en otra diferente.

Este movimiento ha carecido del nihilismo necesario para dotar de algún significado a su «apoliticismo»: el encuentro con los «banlieues» (2) le aportó la correspondencia que no tenía con el «movimiento real” (3), que no es un movimiento de progreso social sino uno de destrucción de la sociedad. Este encuentro le permitió al movimiento reconocerse con alegría en el «movimiento real», como en su casa. Bajo la presión, el interclasismo derivó en una unidad de quienes saben clara o confusamente que no pueden esperar nada de esta sociedad, con aquellos que han sido relegados a los suburbios, los que han naufragado en la pesadilla de la franja periurbana y los receptores de la RSA (4) que sobreviven recogiendo castañas en Ardèche. Había que ver pasar al ejército muerto de la marcha sindical en la Place Bastille, escondiéndose detrás de sus banderas y sus consignas para afirmar la particularidad de sus trabajadores, y sentir la total indiferencia de quienes, con o sin chalecos amarillos caminaban sin rumbo pero juntos por París, para comprender cuán anacrónicos son el antiguo movimiento obrero, sus sindicatos, sus representantes y sus demandas. No habrá «convergencia social», este movimiento no surgió de la razón izquierdista y nunca será un movimiento social. Esa época se ha ido. Ya no se trata de antirracismo o antifascismo, de izquierda o de derecha, cuando lo único que queda por hacer es quemar todo y saber con quién se puede lograr esto. Este estado de cosas se trata tanto de la guerra civil como de la superación revolucionaria: dar el paso que conduce de la insurrección a la revolución es caminar sobre la hoja de una espada.

Este encuentro ha tenido lugar y queda por ver si se puede repetir y diseminar. Todo lo que puede oponerse a este encuentro ya está aquí, presente en la misma naturaleza «social» del movimiento, así como en las relaciones sociales en sí mismas, que ningún disturbio puede abolir: el eslogan federativo «Que renuncie Macron» contiene implícitamente la posibilidad de una alianza nacional-populista que tome el poder estatal en nombre de “el pueblo” (Le Pen y Mélenchon pidiendo al unísono las elecciones anticipadas), y que de al Estado una forma adecuada a la crisis: una forma compasiva-autoritaria, capaz de hacer que cada cual se ponga en su lugar, asignando a unos la Otredad, mientras asigna simétricamente a los demás la responsabilidad y el patriotismo; aplastando a unos en nombre de los otros con tal de poder dominarlos a todos. Lo hemos visto diez veces en los últimos años: “Que se vayan todos” es a menudo un llamado a renovar, para peor, al personal político. Sin embargo, para llegar hasta allí habrá que volver a poner en su sitio a la Francia blanca de clase baja, sometida a la conducción de la clase media: el trabajo honesto ya pagó su precio justo y la armoniosa circulación de mercancías. Esta es la única forma actualmente concebible de salir de la crisis, a menos que el propio gobierno de Macron se encargue de efectuar tal giro autoritario.

Para evitar esto, el desorden debe ser llevado aún más lejos. El momento de los disturbios urbanos es, en sí mismo, el punto límite de lo que está sucediendo ahora: históricamente corresponde con dos modalidades, o bien la toma del poder del Estado o bien su puesta en crisis para obligarle a hacer concesiones. Pero esto no es 1917, no es posible tomar el poder estatal para realizar un programa socialista; y no estamos en 1968, no ha habido acuerdos de Grenelle (5). Permanecer en la fase de los disturbios urbanos es quedarse en el nivel en que el movimiento todavía tiene una política. Pero si lo que se manifestó el sábado en París y en todas partes de Francia vuelve a los bloqueos, pone en marcha otros nuevos y empieza a «bloquear el país», es decir, a apoderarse de su futuro y a partir de ahí decidirlo, podemos imaginar el paso desde los disturbios a la revuelta, y de ahí a la revolución. Pero nadie puede decir en qué dirección va todo esto, pues va más rápido que el mundo entero: no hay mejor indicio de un contenido revolucionario que esto. Este movimiento, porque es una lucha de clases, porta en su interior todo lo que puede ser hoy en día una revolución comunista, incluidos sus límites, sus peligros y su imprevisibilidad: pero para llegar a ese punto, probablemente será necesario quemar muchas cosas que aún se interponen entre nosotros, ya sean autos o relaciones sociales.

C.A.

PD: En respuesta a ciertas críticas y preguntas sobre este texto, debe quedar claro que debe entenderse como una instantánea de un evento en desarrollo. Si alguien se sorprendió por su tono «optimista» (que no es algo habitual), también se debe tener en cuenta que este optimismo se ve atenuado por la perspectiva de un retorno al orden, que también resulta previsible dada la naturaleza de este movimiento. Todas las preguntas surgidas de los textos anteriores siguen vigentes. Aunque es esencial mantenerse lúcido, también es esencial tener en cuenta que la lucha de clases no es un río largo y tranquilo, ni una pista de aterrizaje bien marcada para los bombarderos de la teoría «pesada». Lo que se hace y se deshace en el curso de una lucha va más rápido que nuestras habilidades analíticas, y si lo que se abrió el 1 de diciembre se está cerrando rápidamente, esto deberá ser informado, como todo lo demás. Nada está escrito en piedra: en las luchas hay conjeturas, «desahucios» y todo tipo de otras cosas. Digamos que este texto es parte de eso y toma su posición.

(1) Los Cahiers de Doléances (Cuadernos de Quejas) fueron las listas de demandas elaboradas por cada uno de los tres Estados en Francia, entre marzo y abril de 1789, el año en que comenzó una situación revolucionaria.
(2) Banlieue: suburbios de la periferia urbana parisina.
(3) Referencia al Manifiesto del Partido Comunista de 1847, en el que se afirma: «Llamamos comunismo al movimiento real que suprime el estado actual de las cosas».
(4) RSA, Revenue de Solidarité Active: modalidad de beneficio social otorgado por el Estado a quienes intentan reinsertarse en el mercado de trabajo.
(5) Acuerdos de Grenelle fueron los que suscribió el gobierno francés con los sindicatos y la patronal para poner fin al levantamiento de mayo y junio de 1968 en Francia.

EL AMARILLO NO ES EL COLOR DE LA PRIMAVERA

Publicado el 6 de diciembre en el sitio web «A ruthless critique against everything existing» (https://goo.gl/HzbscK). [Traducción: Átopos Blaidd]

* * *

Mientras escribimos estas líneas, las calles de París siguen anegadas de una variopinta multitud llena de sueños de un mundo mejor. Pero ningún sueño o fe han traido ni una sola vez el paraíso a la Tierra, porque el advenimiento de un mundo mejor no requiere simplemente la satisfacción de una demanda preexistente, sino la transformación radical de la manera en que las personas se relacionan entre sí. Revolución significa cambiar las relaciones sociales cualitativa y no cuantitativamente. Ninguna revolución es política en el sentido corriente del término. ¿Qué cabe decir entonces acerca de los llamados «chalecos amarillos»?

# 1

El movimiento conocido como los chalecos amarillos se inició a causa de un aumento del impuesto sobre el combustible que impacta directamente sobre la vida de una gran proporción de los habitantes de Francia. El aumento en el precio del combustible hace subir cada vez más el costo de reproducción de quienquiera que consuma la mercancía combustible. Este aumento afecta claramente a la mayoría, si no a toda, la clase trabajadora, pues supone en esencia una disminución indirecta de los salarios reales. Pero el problema es que el elevado costo de los combustibles, además de reducir los salarios, especialmente los de la clase trabajadora, implica también una disminución del poder de consumo de toda la población, más allá de la clase trabajadora [1]. Esto le convierte en un tema apto para generar frentes, alianzas entre clases y acuerdos antigubernamentales en lugar de un nìtido conflicto de clases. Especialmente dado que el impuesto ha sido introducido por el gobierno y sus exigencias para cubrir la inestabilidad presupuestaria, las condiciones muestran que el conflicto estaba, está y seguirá estando dirigido contra un gobierno que «no representa al pueblo», es decir, que no tiene en cuenta las necesidades de la gente . Esto fue evidente desde el principio: la masa no apeló a las organizaciones de trabajadores existentes, pues no creían que el conflicto fuese con algunos empleadores o con alguna clase.

# 2

Las luchas antigubernamentales son luchas nacionales . De una forma u otra, reprochan al Estado haber incumplido sus promesas. En Francia esto es particularmente notorio por el hecho de que el Estado, tras promover el uso del diesel, súbitamente -en la presidencia de Macron- aumentò su precio. A pesar de su diversidad, este movimiento persigue el objetivo de cambiar de gobierno. La mayoría de las causas y la mayoría de las demandas del movimiento son económicas, y van mucho más allá del alza de impuestos. Se refieren a años de problemas económicos que están hirviendo en la sociedad francesa y afligiendo a los Ciudadanos Franceses. Como tales ciudadanos franceses, consideran que ningún gobierno está reconociendo en el plano material lo que formalmente les ha sido reconocido en el plano político: que como ciudadanos de este país tienen un futuro y merecen la oportunidad de vivir. Lo que debemos entender, dejando atrás la carga de un marxismo anquilosado y demasiado centrado en la economía, es que las causas y demandas económicas no implican necesariamente una lucha de clases revolucionaria. Ni siquiera implican clases. La lucha de clases puede desarrollarse entre fracciones de clases, y puede tener un carácter profundamente reaccionario, sobre todo cuando se limita a satisfacer necesidades que le son exteriores. En tales casos, la lucha misma predetermina una disposición a hacer alianza con quien se muestre capaz de satisfacer el reclamo. En un momento en que sociedades enteras, más allá de las divisiones de clase, parecen verse afectadas por déficits gubernamentales, devaluaciones monetarias y deudas, los problemas económicos aparecen directamente relacionados con el Estado. Como lo que está en juego es el contexto general de la sociedad burguesa, la forma más general de su funcionamiento, tiene lugar un cambio en comparación con el pasado. Las diferencias de clase se transforman en competencia por los ingresos, y en demandas de ingresos y en políticas de ingresos. Puesto que el Estado es un regulador general de los ingresos y de las políticas económicas, función que cumplen en particular sus gobiernos, cada uno de ellos trata de «parchar» los problemas derivados de las sucesivas medidas extraordinarias y proyectos de ley (la cuestión de los decretos o leyes especiales ha venido creciendo en casi toda Europa) [2]. Esto refuerza la percepción de que la rebaja del poder de compra se debe a la falta de democracia y es culpa del gobierno. El nuevo discurso sobre el “ingreso” que ha emergido reúne a individuos de todas las clases sociales, quienes ven precisamente en la redistribución y en el frente inter-clasista la posibilidad de suspender las medidas. Estas alianzas son ya un terreno preparado empíricamente para el triunfo de la ideología nacional.

# 3

La transformación de las luchas en un asunto de competencia por los ingresos hace que los movimientos apunten hacia las diferencias extremas de ingresos, vistas como «perjudiciales» para el buen funcionamiento del mercado o del Estado: el objetivo es entonces criticar a la «élite» [3]. Este significante se usa por lo general para señalar a una burguesía adinerada que compra políticos, posee capitales injustificadamente grandes, monopoliza los mercados y se sirve de planes «fraudulentos» para favorecer sus intereses. Además, esta elite es internacional, una clase burguesa, indeterminada, que destruye no solo a Francia sino a muchos países. En el caso de este movimiento, que surge precisamente de la competencia por los ingresos, muchas agendas políticas diferentes son fusionadas en términos de afinidad ecléctica. Los leninistas tradicionales coinciden así con todo tipo de antisemitas y teóricos de la conspiración, ya que sus teorías subrayan la «naturaleza oculta de la élite que disuelve la escena política y el mercado». En la narrativa sobre la riqueza injustificada de la élite y los monopolios, las sobresimplificaciones económicas del anarquista terminan dándose la mano con todo tipo de keynesianos que hablan de una adecuada redistribución del ingreso, vuelta al Estado Nación y a una economía nacional. Denunciando el carácter transnacional de las élites, tanto keynesianos como nacionalistas, tanto leninistas como teóricos anarquistas de «lo local», dan forma a una colorida plataforma de narrativas nacionales: el promedio resultante no es una crítica del capital sino un deseo común de localización. Esto es lo que permite que el movimiento de los chalecos amarillos se extienda por varios países, obteniendo así un carácter «internacional» sin expresar ningún tipo de internacionalismo [4]. Se manifiesta así la tendencia común de la clase trabajadora nacionalizada a aliarse con el pequeño capital, los trabajadores por cuenta propia y los empleados estatales, todos unidos para reclamar por una economía nacional. Puede que las avanzadas demandas económicas de los manifestantes franceses no sean un signo de reconstitución de una clase obrera militante, sino de una radicalización, como medio de lucha, de las formaciones interclasistas y de la incorporación de la agenda de clase en alianzas sociales más amplias.

# 4

Una vez que se pone en marcha la competición por los ingresos, dado que encuentran a un enemigo en el extremo superior de los «ingresos más altos» también encuentran uno en el extremo inferior. Como el reclamo debe hacerse efectivo en términos materiales, salariales, que son la promesa de identidad civil, la persona que no tiene derecho a vivir aquí no merece recibir «una parte del pastel». Las protestas, aparte de una mínima y excepcional franja politizada, son hostiles a los inmigrantes. Los inmigrantes, independientemente de su número en el país, son considerados como una carga para el Estado y para los contribuyentes. Los únicos inmigrantes que forman parte del país son los que están “afrancesados” y se han ganado el derecho a vivir en Francia, un derecho evidentemente estatal. Si bien el movimiento de los chalecos amarillos difícilmente puede ser acusado de racismo generalizado, se basa en algo que es igualmente peligroso: la separación efectuada por el Estado entre inmigrantes legales e ilegales, útiles y sobrantes. Esta retórica es sobradamente reaccionaria y es lo que traza la línea política que divide a «progresistas y reaccionarios» en toda Europa. Las demandas económicas, precisamente porque son económicas y se dan en un momento en que la visión del comunismo ha desaparecido del inconsciente colectivo, tienen un carácter puramente defensivo, definido por la política económica del Estado que, si ha de satisfacerlas, debe en primer lugar existir [5]. Las luchas de Kiev, de las plazas y de los chalecos en Francia muestran la miseria de la clase obrera nacionalizada, en un mundo de clases que revelan asimismo toda su sordidez y no su grandeza. Los tiempos en que la revuelta era el campo exclusivo de la práctica comunista ya se han ido.

# 5

Los choques violentos en curso no son prueba de radicalidad. La revolución o la revuelta suponen un cambio radical en la forma de las relaciones sociales. Por mucho que veamos humo en las calles y nos identifiquemos con la imagen de un manifestante enmascarado siendo golpeado por fuerzas de orden y seguridad, tales identificaciones son siempre ficticias y precarias. Proyectamos lo que en nuestra sociedad sabemos de los símbolos “encapucharse, destruir, bloquear la calle” y, sin embargo, los motivos y efectos de estas imágenes y acciones en otra sociedad, en otro momento, son muy diferentes de Grecia. Detrás de la capucha puede estar el peor fascista, que odia al «Estado de los que han traicionado a la nación». Sabemos por el triste ejemplo de Kiev que hay menos significado en los conflictos que en la manera en que los sujetos experimentan esos conflictos en su vida cotidiana. Cuando nacionalistas, pequeños burgueses, trabajadores por cuenta propia y anarquistas luchan juntos contra la policía, lo que triunfa es la ideología nacional, y no necesariamente como hegemonía ideológica. He aquí Gramsi, pero en términos de funcionamiento, de experiencia: el nacionalismo es la unidad y la memoria de la unidad, vivenciada por sujetos burgueses heterogéneos. El nacionalismo se basa en la tolerancia siempre frágil pero exitosa entre categorías contradictorias. Y mientras esta unidad sea funcional, su tensión interna se canalizará en una dirección diferente: hacia la élite y los inmigrantes, las dos caras del «internacionalismo». El nacionalismo como función es la coexistencia dentro de una plaza o una calle, de todas las identidades burguesas tal como lo que son. Los ataques conjuntos contra la policía llevados a cabo por anarquistas, nacionalistas, pequeños burgueses y trabajadores apuntan en esta dirección. [6]

# 6

El haber conseguido frenar el aumento del precio de los combustibles, es un logro revolucionario. No hay que subestimar la posibilidad de que la amplia destrucción en términos de valor, el bloqueo de calles, etc., puedan evolucionar de formas imprevisibles. También el que hubiese ocasión, aunque muy pequeña, para efectuar expropiaciones, es definitivamente algo positivo. [7] Sin embargo, viendo lo que vemos ahora, podemos decir lo siguiente: si los chalecos amarillos salen derrotados, en el sentido de sólo algunas de sus demandas sean atendidas mientras que otras no, es más probable que el movimiento siga un curso revolucionario de clase. Por ejemplo, las demandas de aumento salarial tienen más incidencia sobre el impulso de los acontecimientos de lo que realmente se afirma. No obstante, si este reclamo se mantiene, seguramente deberá enfrentar la hostilidad incluso del pequeño capital. Y llegado ese punto, las personas que sigan en las calles tendrán que enfrentar un problema importante: por un lado, su disminución cuantitativa, dado que una gran parte de la masa abandonará el movimiento tal como existe ahora; y por otro lado, el encuentro con los inmigrantes, muy difícil en términos materiales reales dado que en todas partes parece estar descartado de plano.

# 7

El Estado, la contrarrevolución y el capitalismo superan a la clase y al análisis radical del asunto, y Macron parece saberlo: a diferencia de los revolucionarios que buscan las claves de la historia en una causa oculta, la verdad profunda del mecanismo social, el capitalismo toma en cuenta la fatiga, la frustración, la esperanza, el miedo y la fugacidad de la vida. Sabe que unas pocas promesas, unas cuantas concesiones hechas a medias, la abundante violencia y la pérdida de varios días de salario, pesan incluso sobre los anhelos más vitales. Lo que empuja a la gente a la calle, el dolor y el miedo, puede llevarlos de vuelta a sus casas: la apuesta de los revolucionarios se plantea precisamente sobre esta marea incierta. El desafío que anida en su corazón es éste: ¿qué dolor es más grande que el dolor del presente o del futuro? Casi siempre es mejor vivir un poco que no vivir en absoluto. Aquellos que no viven en absoluto, esos que no tienen nada que perder excepto sus «cadenas», no han sido de ninguna manera escuchados en esta rebelión. Hasta ahora.

Notas

[1] https://earther.gizmodo.com/frances-gas-tax-disaster-shows-… .

El proyecto de ley se propuso sobre la base de la transición a la «energía verde» aunque, obviamente, tenía otros incentivos, y más bien ningún beneficio ambiental. Pero esto no lo entienden fácilmente quienes trabajan con diesel y quieren seguir pagando poco. Reaccionaron ante el alza de precio defendiendo sus vidas, sin preocuparse, desde luego, por el beneficio ecológico. Entonces surge un problema diferente: dentro del capitalismo, la no devaluación de la clase trabajadora puede ser incompatible con los problemas ambientales. Esto, por un lado, muestra que la respuesta a los problemas ecológicos es también la respuesta al capitalismo en su conjunto, pero hasta que esto suceda, puede que al interior de la lucha aparezca un problema de prioridades, con la clase obrera desempeñando un papel más conservador que progresista.

[2] https://iapp.org/news/a/2018-global-legislative-predictions/ .

[3] https://voiceofeurope.com/…/europe-is-on-the-brink-of-a-wo…/

[4] https://voiceofeurope.com/…/revolutionary-scenes-as-yellow…/

[5] https://www.doctv.gr/page.aspx?itemID=SPG12699. Por supuesto, vale la pena señalar aquí que no sabemos cuántos y exactamente quiénes están haciendo demandas en esta etapa. Sin embargo, la pretensión de que todos estén representados en la lista es indicativa de un clima chovinista. Algunas peticiones son puramente nacionalistas. Por otro lado, las demandas financieras podrían ser cómodamente el programa de Strasser o de Popular Right.

[6]http://lahorde.samizdat.net/…/gilets-jaunes-ni-macron-ni-f…/ , http://autonomies.org/2018/12/the-uncertain-tides-of-insurrection-the-yellow-westprotests-of-france/ y https://www.rt.com/…/445352-police-union-yellow-vests-fran…/ . Para ver un ejemplo de un análisis clásico de demanda de clase: https://jacobinmag.com/…/yellow-vests-fuel-prices-france-pr…

[7] Para un cuadro muy general: https://www.thelocal.fr/…/opinion-why-frances-yellow-vest-p…

DEMANDAS DEL MOVIMIENTO DE LOS CHALECOS AMARILLOS

A continuación, un resumen de las demandas que el movimiento de los chalecos amarillos (o al menos un sector de él) dirigió a los diputados de la república hace algunas semanas. [el original en francés aquí]

Al leerlo quedan claras dos cosas: primero que el reclamo sobre el impuesto a los combustibles es sólo una de las demandas, la más explotada mediàticamente; y segundo que tal como señalan los análisis hechos por algunos compañeros cercanos, en principio se trata de un movimiento de la clase media en defensa de la economía nacional y de la ciudadanía. Por eso no debe sorprender que abunden las demandas genéricas («eliminación del creciente fenómeno de los sin techo», «pensar en el bienestar de nuestros ancianos»), que expresan una buena voluntad tan abstracta como desarmada, ni que éstas sean dirigidas al poder legislativo en un afán por relegitimar los principios de la representación democrática nacional.

Lo cual no significa que las demandas que apuntan aunque sea indirectamente al salario no puedan convertirse en la piedra de toque que imprima al movimiento un contenido de clase, haciendo pasar a primer plano al proletariado asalariado y sus propios límites estructurales. Que este giro tenga lugar, depende de cuán capaces sean los trabajadores asalariados de impulsar su propia agenda de reivindicaciones sin quedar subsumidos en el pantano de la representación sindical, y de cuán dispuestos estén a no limitarse a esa agenda y hacer suya la lucha de los sectores más golpeados entre la población inmigrante, los desplazados de la periferia, los no integrados al orden en general. Si el movimiento llegase a tomar esa dirección, sin duda algunos de los reclamos planteados en este pliego (como el de asegurar «medios adecuados» para los agentes de la represión estatal), serían modificados o sencillamente eliminados. [Introducción y traducción: Átopos Blaidd / Fecha desconocida]

• Eliminación del creciente fenómeno de los sin techo.

• Promover las pequeñas empresas en los pueblos y los centros urbanos. Detener la construcción de grandes zonas comerciales que matan a las pequeñas empresas. Más estacionamientos gratuitos en los centros urbanos.

• Impuestos: que los grandes (Macdonald, Google, AMAZON, Carrefour, etc.) paguen más y los pequeños (artesanos, pequeñas empresas) menos.

• Fin del aumento de los impuestos sobre el combustible.

• Ninguna pensión inferior a 1.200 euros.

• Los salarios de todos los franceses, así como de las pensiones y de las indemnizaciones deben ser indexados con la inflación.

• Proteger a la industria francesa. Proteger nuestro sector industrial significa proteger nuestro know-how y nuestro trabajo.

• Fin del trabajo en comisión de servicios Es anormal que una persona que trabaja en territorio francés no beneficie del mismo salario y de los mismos derechos. Cualquier persona que esté autorizada a trabajar en territorio francés debe estar a la par con un ciudadano francés y su empleador debe contribuir al mismo nivel que un empresario francés.

• Fin de la política de austeridad. Dejemos de reembolsar los intereses de la deuda declarada ilegal y empecemos a reembolsar la deuda sin tomar el dinero de los pobres y de los menos pobres, sino persiguiendo los $ 80 mil millones de evasión fiscal.

• Abordar las causas de la migración forzada.

• Los solicitantes de asilo deben ser tratados bien. Necesitamos alojamiento, seguridad, comida y educación para los menores. Colaborar con las Naciones Unidas para que los campos de acogida estén abiertos en muchos países del mundo, a la espera del resultado de la solicitud de asilo.

• Que los solicitantes de asilo rechazados sean devueltos a su país de origen.

• Que se aplique una verdadera política de integración. Vivir en Francia significa convertirse en francés (curso de francés, curso de historia francesa y curso de educación cívica con certificación al final del curso).

• Salario máximo fijado en 15.000 euros.

• Crear trabajo para los desempleados.

• Aumento de los fondos para las personas con discapacidad

• Limitación de los alquileres. Alojamiento en alquiler a costes más moderados (especialmente para estudiantes y trabajadores precarios).

• Prohibición de vender las propiedades pertenecientes a Francia (presas, aeropuertos, etc. )

• Medios adecuados para el sistema judicial, la policía, la gendarmería y el ejército. Que las horas extras de las fuerzas de la orden sean pagadas o recuperadas.

• Todo el dinero ganado por los peajes de autopistas se utilizará para el mantenimiento de autopistas y carreteras en Francia y para la seguridad vial.

• Dado que el precio del gas y la electricidad ha aumentado a raíz de las privatizaciones, queremos que se vuelvan a poner en marcha y que los precios desciendan de forma significativa

• Cese inmediato del cierre de pequeñas líneas de transporte, oficinas postales, escuelas y guarderías.

• Pensar en el bienestar de nuestros ancianos. Prohibición de ganar dinero gracias las personas mayores. La era del «oro gris» se acabó. Empieza la era del «bienestar gris».

• Máximo 25 estudiantes por clase de la escuela materna a la duodécima clase.

• El referéndum popular debe entrar en la Constitución. Crear un sitio legible y eficaz bajo la supervisión de un organismo de control independiente en el que las personas puedan presentar una propuesta de ley. Si este proyecto de ley obtiene 700.000 firmas, este proyecto de ley deberá ser debatido, completado y modificado por la Asamblea Nacional, que tendrá la obligación (un año después del día en que se hayan obtenido las 700.000 firmas) de enviarlo al voto de todos los franceses.

• Jubilación a los 60 años para todos los que han trabajado usando el físico (albañil o carnicero, por ejemplo) y derecho a la pensión a los 55 años.

• Un niño de 6 años no se mantiene solo. Continuación del sistema de ayuda hasta que el niño tenga 10 años.

• Promover el transporte de mercancías por ferrocarril.

• Fin de las dietas presidenciales de por vida.

• Prohibición del impuesto a los comerciantes cuando sus clientes utilizan la tarjeta de crédito.

DEL CHALECO AMARILLO A LA RABIA NEGRA + ¿DE LA RABIA NEGRA A LA INSURRECCIÓN GENERALIZADA? DOS TEXTOS SOBRE LAS REVUELTAS EN LA ISLA DE REUNIÓN  

Publicado el 5/12 por La Rebelión de las Palabras:

«Recogemos de Sans Attendre Demain y de 325, respectivamente, traducimos y difundimos dos escritos sobre las revueltas que han tenido lugar a lo largo de la última semana en la Isla de Reunión, en el marco de las protestas del movimiento conocido como “Chalecos Amarillos” (cuyo carácter ciudadanista y reformista ha sido absolutamente desbordado).

El primero es una crónica resumiendo los hechos más relevantes de los 3 primeros días de la revuelta. El segundo, en cambio, es una reflexión con una visión anarquista e insurreccional de las movilizaciones y las expresiones de rabia popular, que han alcanzado niveles muy altos que han puesto en jaque a las autoridades y mantuvieron durante varios días la economía prácticamente bloqueada, con sabotajes, saqueos y enfrentamientos contra la policía constantes.»

EN EL SIGUIENTE ENLACE: https://vozcomoarma.noblogs.org/?p=20968

OTROS ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL PORTAL LIBERTARIO «A LAS BARRICADAS» 

03/12/2018. Mayo-junio de 1968 y noviembre-diciembre de 2018. Reflexiones de Frank Mintz sobre el movimiento.

03/12/2018. Chalecos amarillos en París: informe de lo sucedido el 1 de diciembre. Crónica anarquista de la manifestación y disturbios, publicada en Paris-Luttes.

03/12/2018 Próxima estación: Destitución. Análisis de los objetivos y posibilidades del movimiento. Publicado en Lundimatin y traducido por Artillería Inmanente.

1/12/2018 Breve y crítica mirada al movimiento de los Chalecos Amarillos de Francia. Artículo publicado en It’s Going Down en la línea del de Crimethinc, pero más corto.

27/11/2018. El movimiento de los chalecos amarillos en Francia. Entre el neoliberalismo ecológico y el movimiento apolítico. Artículo de Crimethinc donde estudia las características del movimiento y señala la oportunidad que constituye para los anarquistas.

23/11/2018: Por unos chalecos rojinegros. Miembro belga de Alternative Libertaire explica su experiencia participando en las movilizaciones y anima a los libertarios a involucrarse.

21/11/2018: “Chalecos amarillos” contra el “Presidente de los ricos”. Artículo de la revista izquierdista Jacobin publicado en Todo por Hacer.

EN EL SIGUIENTE ENLACE: https://www.alasbarricadas.org/noticias/node/41071

TERRIBLE VIOLENCIA EN FRANCIA

 

Luis Casado

Seis muertos, más de mil heridos, miles de detenidos. Es el balance, al día de hoy, de la crisis francesa. Los muertos son chalecos amarillos. Como casi todos los heridos. Miles de detenidos, muchos de ellos a título preventivo, antes de manifestar: no es el parche antes de la herida, es Minority Report. Es duro ser la patria de los derechos humanos.

Toneladas de basura arrojada sobre los miserables, por opinólogos, economistas, sociólogos y periodistas venales. De algo sirve controlar los medios: la verdad proviene de la verborrea tarifada. “Los chalecos amarillos luchan contra otros franceses, sus reivindicaciones son contradictorias, no tienen jefes, no se conforman con nada…”

La verdad es que les manants (los zafios, los villanos…) luchan contra los privilegios del riquerío, no contra otros franceses. Sus reivindicaciones no son contradictorias: quieren inmiscuirse en las decisiones que les conciernen. Es verdad que no tienen jefes: aborrecen la democracia representativa y quieren representarse ellos mismos. No se pueden conformar con las sobras, porque son seres humanos con derechos. Eso proclama la República.

Macron anunció un aumento de 100 euros para el salario mínimo. Mintió. Aumentó la “prima de actividad”, financiada por las cotizaciones sociales, no por las empresas. Solo una minoría de los smicards (trabajadores pagados al mínimo) califica para la “prima de actividad”. ¿Cómo hacer para que todos los smicardsreciban los 100 euros? Ante la premura de calmar los ánimos, el gobierno decidió bajar las cotizaciones sociales que pagan las empresas, para que éstas integren los 100 euros en el salario. Primeras beneficiadas: las empresas, que ven bajar el costo del trabajo.

Las cotizaciones constituyen un ‘salario diferido’ y le pertenecen a los trabajadores. Los 100 euros los pagarán pues los contribuyentes, o sea los asalariados. El secretario general de la CGT –principal central sindical francesa– estima que se trata de una estafa.

Mientras las demandas se limitaron a la baja de los impuestos, la derecha simpatizó con el movimiento: les evocaba un cierto Donald Trump. Más de algún intelectual, filósofo o gran pensador ante el Eterno, alabó la “modernidad” del movimiento, cubriendo al mismo tiempo de lodo los “cuerpos intermediarios”, o sea sindicatos, asociaciones y partidos políticos. Apenas los chalecos amarillos precisaron que la cuestión de fondo es el poder adquisitivo, la redistribución de la riqueza creada con el esfuerzo de todos… los mismos intelectuales, filósofos y grandes pensadores ante el Eterno declararon que las reivindicaciones son absurdas, inadmisibles, desatinadas (sic).

La voluntad de auto-representarse, sin admitir intermediarios, es rechazada como una forma de anarquismo. Los opinólogos, que gastan litros de saliva acusando a los sindicatos y a la izquierda de “ideologismo”, ahora le reprochan a los chalecos amarillos su falta de estructura intelectual, y les exigen dotarse de alguna ideología.

El lenguaje utilizado por los manifestantes molesta. No hablan ‘bonito’, no citan a nadie, no practican las muletillas del lenguaje político-académico-filosófico-snob. Dicen simplemente lo que viven. Eso le resulta intolerable a quienes han profesado durante años que la clase obrera ya no existe, que la pobreza y la miseria no son de este mundo o son, simplemente, “une vue de l’esprit”.

Cada manifestante ha estado un mes en la calle: sus acciones no se limitan a los sábados. Quienes trabajan han hecho uso de sus vacaciones para participar en la lucha. Toda esta semana, con todo tipo de argumentos falaces, el gobierno y los medios han intentado disuadir los chalecos amarillos de continuar el movimiento. Una verdadera campaña del terror busca amedrentarles. La descripción minuciosa del dispositivo policial pasa en boucle en radios y TVs. Es un tópico: en cada guerra la primera víctima es la verdad. La prensa miente: es un arma de intoxicación masiva.

Entretanto la vida continúa: un terrorista mata cuatro personas en Strasbourg y hiere gravemente a otras 12. El gobierno aprovecha la ocasión para exigirle a los chalecos amarillos el cese de toda manifestación. Ford decide cerrar una fábrica de cerca de Bordeaux. Rehúsa venderla y deja a más de 900 personas sin trabajo. El ministro de Finanzas truena en la Asamblea Nacional: “¡Es intolerable, es una traición! ¡Estoy indignado, asqueado!” El ministro había buscado una empresa que retomase la actividad y la había encontrado, pero Ford prefiere liquidar la empresa: sale más barato. _Business is business… _

Un economista le recuerda al ministro que allí donde el capitalista arriesga su dinero, manda el capitalista. Olvidó decir que Ford había recibido decenas de millones de euros de ayudas públicas, estatales y regionales. En fin, un economista…

Mañana sábado Francia vivirá el Acto V del enfrentamiento entre los miserables y la casta en el poder. Hay una difusa consciencia de que esta batalla es anunciadora de combates venideros. La comunidad financiera no pierde nada por esperar. La Revolución Francesa se dio en dos tiempos: 1789 y 1792. La contra-revolución también: el 9 Termidor, y el 18 Brumario. La Revolución Rusa conoció a su vez dos episodios: febrero y octubre de 1917.

Avances y retrocesos. La cuestión de fondo no ha sido resuelta. Los chalecos amarillos plantean en realidad la cuestión de fondo: ¿quién, en nombre y en beneficio de quienes, ejerce el poder? Las palabras de Abraham Lincoln aparecen como un telón de fondo, algo deslavado, casi ilegible: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.

Abraham Lincoln… ¿era anarquista?

Afiche «No Somos Zona de Sacrificio»

Nos llego este afiche a nuestro mail y lo DIFUNDIMOS para su reproducción en todo tipo de formato.

«Marx dice que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero tal vez las cosas sean diferentes. Quizá las revoluciones sean la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, acciona el freno de emergencia.» 

 

Sobre Bolsonaro y la ultra-derecha en Brasil

Escrito anónimo difundido por redes sociales a propósito de la elección del ultra-derechista Bolsonaro en Brasil

La ultraderecha nunca ha accedido al poder político para derrotar a la clase trabajadora e impedir que haga la revolución. Cada vez que la ultraderecha ha llegado al poder, es porque la clase trabajadora ya había sido derrotada. ¿Por quién? Por la democracia. Por el progresismo. Por la izquierda.

Si Bolsonaro ganó las elecciones, es porque antes de su llegada tres gobiernos sucesivos del Partidode los Trabajadores se encargaron de aplastar cualquier rastro de fuerza propia y combatividad que pudiera quedarle a la clase trabajadora de Brasil. Al igual que en 1970 Allende inició su mandato garantizándole a la burguesía chilena que sus intereses no serían amenazados, asimismo Lula da Silva empezó a gobernar en 2003 prometiéndole a los grandes empresarios y banqueros internacionales que ninguno de sus intereses en Brasil correría riesgo alguno.

En efecto, Lula gobernó para garantizar el pago de la deuda pública, asegurando al capital un piso mínimo de estabilidad fiscal que le permitiese invertir con seguridad. Ninguno de los gobiernos del PT alteró en nada las condiciones de la explotación social y la acumulación capitalista en Brasil. Muy por el contrario, tales gobiernos fueron el soporte de una “amplia negociación nacional” destinada a garantizar que la explotación capitalista pudiese proseguir sin contratiempos.

Para cumplir su cometido, a lo largo de sus tres períodos de gobierno el PT cooptó y puso bajo su control a la mayoría de las dirigencias sindicales y sociales, transformando a los líderes populares en ministros, asesores de mercado, administradores de fondos de pensión e inversionistas. Simultáneamente, con tal de preservar las bases de su poder, el PT se puso a sí mismo bajo control de las fuerzas más reaccionarias representadas por el capital agrario, el empresariado de la industria nacional e internacional, el sistema financiero y la teocracia evangélica.

Mientras gobernaba para los propietarios de Brasil, el PT se las arregló para anestesiar el descontento social con una calculada combinación de programas sociales y terror represivo. Cuando Lula aceptó dirigir la Misión de ocupación de Haití en 2004, no sólo le demostró a EEUU que era un aliado confiable para aplastar democráticamente la protesta social en el continente. Al llevar al ejército brasileño a los barrios pobres de Haití, le proporcionó a las tropas un laboratorio para intervenir en las favelas de Río de Janeiro, tal como ocurrió durante las masivas agitaciones populares en contra del Mundial de Fútbol del 2014.

Durante los gobiernos del PT la producción de alimentos en Brasil disminuyó en más de 35%, con el consiguiente aumento de los precios cobrados a la clase trabajadora, debido a las facilidades dadas a las multinacionales agrarias para introducir monocultivos. 200 mil campesinos fueron desplazados mientras que 4 millones perdieron sus tierras a manos de las grandes empresas agropecuarias. Fue bajo los gobiernos del PT, y no bajo gobiernos fascistas, que la deforestación de la Amazonía alcanzó el «punto de no retorno».

Fue el gobierno de Dilma Rousseff, y no uno fascista, el que recalificó los cortes de carreteras y las tomas de tierras como delitos terroristas. Fue bajo esos gobiernos progres, y no bajo el fascismo, que los comandos de la muerte sembraron el terror entre los más desposeídos de los desposeídos en las grandes urbes del Brasil. Fue bajo gobiernos socialdemócratas, y no de derecha, que las cárceles de Brasil batieron los récords mundiales de hacinamiento y degradación de las condiciones de «vida» de los reclusos. Fue bajo esos gobiernos de izquierda que la clase trabajadora y los oprimidos de Brasil conocieron el umbral más bajo de la humillación y la vergüenza. Al proletariado de Brasil lo derrotó la democracia, no la dictadura.

Lo cual, por cierto, no es ninguna novedad. Mussolini accedió al poder cuando el proletariado italiano ya había sido derrotado por los compromisos electorales de los «partidos obreros y populares». Hitler fue designado como canciller por el presidente Hindenburg, quien había recibido el apoyo de los socialistas que veían en él un baluarte de la democracia contra el nazismo. En 1973 Allende, en vez de poner en los ministerios clave a representantes de los trabajadores, puso a los militares, mientras los partidos de la UP votaban una Ley de Control de Armas para desarmar a la clase trabajadora y entregársela en bandeja a las tropas pinochetistas. Quince años después, fue la Junta Militar la que organizó la transición democrática, cumpliendo al pie de la letra la doctrina formulada por Jaime Guzmán, quien fue al mismo tiempo el más democrático de los fascistas y el más fascista de los demócratas.

Como todos los fascistas, Bolsonaro ha llegado simplemente a ordenar los negocios después que la democracia progre sacó del juego al proletariado de Brasil, reduciéndolo a nada.

Tengan esto en cuenta cuando se pongan de nuevo a lloriquear por «la llegada del fascismo». Estos lamentos llegan demasiado tarde. Tendrían que haberse lamentado así, tendrían que haber entrado en pánico y haberse indignado cuando la izquierda socialdemócrata desarmó al proletariado, lo maniató y le hizo adicto a las comodidades, a la anestesia y a las mentiras. El lloriqueo asustado que se deja oír por todas partes hoy, es patético. Sólo demuestra que quienes gimen habían estado durmiendo, viviendo en una fantasía, rehusándose a ver la sangre que brotaba frente a sus narices y la mierda en la que se hundían poco a poco, al son de elecciones y batucadas.

En realidad, la llegada del fascismo nunca es tan mala como parece a primera vista. Al menos, ofrece la oportunidad de desengañarse, madurar y hacerlo un poco mejor de aquí en adelante.