La miseria del tiempo capitalista[1]
Apuntes críticos sobre el tiempo-mercancía.
El proyecto revolucionario de una sociedad sin clases, de una vida histórica generalizada, es el proyecto de la descomposición de la medida social del tiempo en beneficio de un modelo lúdico de tiempo irreversible de los individuos y de los grupos (…). Es el programa de una realización total en el entorno del tiempo del comunismo que suprime «todo lo que existe independientemente de los individuos». G. Debord
El tiempo es de aquellos conceptos que todos experimentamos pero que nadie puede definir certeramente. En nuestra época, podemos decir que por sentido común lo único que podríamos decir sobre el tiempo es que éste posee un carácter lineal, o sea que avanza hacia algún lado, y aunque no sepamos muy bien hacia donde, solo sabemos que transcurre y nosotros con él. Si investigamos, evidenciamos que este carácter lineal o progresivo del tiempo proviene de un origen profundamente teológico. La concepción del tiempo progresivo que poseemos actualmente, deviene fundamentalmente de la concepción que el Judaísmo, y posteriormente el Cristianismo le imprimió al tiempo a través de la instauración de los conceptos de origen y fin de los tiempos. Si bien podemos decir que el cristianismo y las demás creencias han ido en franca retirada del mapa religioso/ideológico, con el pasar de los siglos la noción de tiempo lineal es uno de los conceptos más fuertemente secularizados en la cultura moderna. La noción de tiempo que conocemos hoy deviene principalmente de los relatos bíblicos, donde la humanidad transitaba desde la tierra prometida hacia la vida eterna. Esta noción teológica del tiempo influyó en la concepción de una historia lineal que deviene siempre en un progreso hacia algo mejor, separando la unidad cíclica del tiempo cósmico, en las categorías de pasado, presente y futuro.
Con el paso de los siglos, la desvinculación de la esfera económica como ámbito autónomo de la vida humana se produjo a la par el desarrollo del Estado como institución que posibilita el control y dominio de las relaciones mercantiles entre las personas. Producto de este proceso, se potencia el desarrollo de la industria apareciendo las primeras fábricas; lugares de reclusión de campesinos transformados en proletarios donde se les confina a la producción en serie de mercancías bajo el inminente control temporal, expropiando el tiempo realmente vivido de los proletarios bajo la medición cronométrica del mismo, la cual se hace indispensable para cuantificar y subyugar el trabajo de los proletarios en una medida abstracta.
La invención del reloj mecánico, fue un mecanismo fundamental para someter y disciplinar a quienes debían producir las mercancías necesarias dentro de las fábricas para la continua expansión del mercado mundial.[2] Así, se logra definitivamente traducir los ciclos cósmicos a unidades de medición convencional (segundos, minutos, horas) lo que permite una medición y control mucho más exhaustivos sobre el tiempo de vida humano, transformando el tiempo realmente vivido en intervalos equivalentes que dictan la condena del valor sobre la vida, nació así la separación entre “tiempo de trabajo” y “tiempo libre”. Esta separación implícitamente involucra que cuando se está en el trabajo no se está de manera voluntaria, sino que estamos sometidos a los embates del tiempo y por ende a las necesidades de la economía autonomizada. El tiempo de trabajo se torna un tiempo muerto, donde el obrero está separado de su resultado y por ende le es indiferente. Este proceso implicó una resistencia furibunda de los explotados, que luchaban contra el tiempo económico impuesto por sus detentores a través del sabotaje y la desobediencia pero fueron acallados a punta de sangre, tortura y muerte.
Con el paso de las generaciones, el discurso dominante logra colarse en las conciencias proletarias con la apología al esfuerzo laboral, que no es más que la vieja creencia en el progreso traducida a la cotidianidad proletaria, en esta época los explotados ya no luchan contra el tiempo-mercantil impuesto, sino que luchan por menos tiempo de trabajo. Los obreros revolucionarios de principios de siglo XX coincidían en que, a través de la aceleración del desarrollo económico, se constituirían las bases de una sociedad libre, afirmando de este modo las bases del progreso capitalista, lo que significó la sentencia contrarrevolucionaria de principios de siglo XX. La creencia en el tiempo lineal y la economía autonomizada aplanaron el camino hacia una ideología del progreso hegemónica prácticamente en toda la población (incluso aquellos que creyeron que, potenciando el desarrollo económico a través del trabajo, llevarían a la humanidad a un estadio de emancipación) constituyendo uno de los pilares fundamentales para la reproducción del capitalismo a escala mundial, fundamentando inconscientemente su permanencia a expensas de cualquier embate revolucionario que no erradique de raíz el embrión progresista.
En el mundo contemporáneo, la expropiación del tiempo se ha extendido a todos los ámbitos de la vida y no se limita, como antes, al terreno laboral. En el capitalismo actual, la expropiación del tiempo de la vida se expresa, de manera paradójica, en la falta de tiempo. Esto es ocasionado por el culto a la velocidad, la aceleración de ritmos, la dilatación de los trayectos de las ciudades, la incorporación de las periferias urbanas mediante la generalización del automóvil, los embotellamientos por el exceso de vehículos privados, la conversión del ocio en una mercancía, la omnipresencia esclavizante del celular, el sometimiento al televisor, frente al cual las personas pasan una buena parte de su existencia, la ampliación de la jornada de trabajo… Un dicho africano expresa de manera contundente nuestra falta de tiempo: “Todos los blancos tienen reloj, pero nunca tienen tiempo”[3]
De esta forma, el tiempo lineal se adaptó perfectamente al sistema de dominación capitalista, pues entrelaza directamente la necesidad de producción creciente e incesante de capital con la creencia de que esta producción nos llevará al paraíso tecno idílico. Aquella promesa histórica en donde el progreso de la economía es el vehículo a través del cual se suplirán todas nuestras necesidades como sociedad, obedece a la creencia burguesa del capital como motor y regulador histórico de la sociedad. El mito del progreso económico e industrial como proceso superador de las necesidades básicas humanas no solo constituye una gran falacia histórica, sino que constituye uno de los pisos fundamentales para sostener la ideología capitalista y todo su andamiaje de explotación humana. Pues si el avance del progreso busca solventar las necesidades humanas ¿Cómo explicar que con más de cinco siglos de acumulación mercantil y desarrollo industrial trabajemos más de lo que lo hacían nuestros antepasados para sobrevivir? ¿Cómo se explica que más de la mitad de la comida producida actualmente sea vertida en basurales debido a la especulación? ¿Cómo explicamos que todo el desarrollo y progreso tecnológico nos tenga ad portas de una catástrofe ambiental? ¿Acaso con más desarrollo tecnológico podremos enmendar el desastre que él mismo ha creado? El progreso y la tecnología no están para suplir las necesidades humanas, sino para perpetuar la explotación de trabajo humano y los recursos naturales del planeta. De hecho, los aspectos biológicos del tiempo como el envejecer y el ciclo vigilia-sueño, pasan completamente a segundo plano ante la vorágine del trabajo tornándose meros apéndices de la producción, siendo siempre el tiempo mercantil quien regula y distribuye los tiempo de no-vida.
El tiempo lineal es parte fundamental del movimiento por la producción, y es actualmente un mecanismo de evasión perfecto para hacer que los proletarios no constaten su inmediata miseria, al fin y al cabo, solo los locos quisieran aventurarse al caos de la vida en comunidades libres en vez de la anodina rutina administrativa u obrera. Inmersos en un mundo que mira permanentemente hacia el futuro, negando el momento vivido, se reproduce una lógica fundamentalmente sumisa, pues quien asume que no puede acceder a sus deseos aquí y ahora postergándolos para un mañana, solo asume su propia dominación como parte normal de la existencia.
CONTRA LA NO-VIDA, HASTA QUE EL ÚLTIMO RELOJ SEA DESTRUIDO, POR LA COMUNIZACIÓN ¡¡¡REVOLUCIÓN!!!
[1] Apropósito de la destrucción del reloj de flores en Viña del Mar producto de un temporal. A veces la naturaleza nos da pistas.
[2] Este proceso de proletarización campesina, no podría haberse desarrollado sin el yugo del tiempo cronométrico y lineal, un mecanismo derechamente disciplinar con miras a la esclavización de las clases no burguesas. De hecho, hay relatos que describen que los patrones manipulaban abiertamente el tiempo adelantándolo en las mañanas para la entrada de los trabajadores y retrasándolo en las tardes para su salida.
[3] Jean Chesneaux “La expropiación del tiempo”