Castoriadis; Historia e Institución de la sociedad

«Si no hubiese azar, la historia seria magia.» Karl Marx 

Cornelius Castoriadis (1922-1997) fue un fecundo pensador y revolucionario nacido en Grecia, defensor y rescatista de los últimos reductos revolucionarios de la teoría marxiana de mediados de siglo XX, la cual a partir de la II Internacional y con mayor agudeza desde la revolución bolchevique fue sucesivamente dinamitada por los embates de la social democracia y el leninismo. Castoriadis fue fundador y participante activo de la revista Socialismo o Barbarie, en la cual se expresaban tendencias tales como el trotskismo, consejismo y una considerable gama de «marxismos críticos». Pone como eje central de su análisis la «autonomía», como algo deseable tanto para el individuo como para la sociedad, puesto que es darse a sí mismo reflexivamente sus propias leyes de existencia y de decidir su forma de ser, capaz de modificar leyes que determinan su propia existencia si es necesario.

También de manera lucida va a reflexionar en torno a la sociedad, orientando sus críticas hacia la heteronomía social (ausencia de autonomía de la voluntad, que se rige por un poder o una ley externos), indicando que las sociedades son autónomas pero tienden a justificarse en orígenes externos como los dioses, la naturaleza, los mitos, la tradición, las leyes y la objetividad. Sin embargo la sociedad oculta a sus miembros su carácter auto instituyente, aparece como algo dado y determinado, sin que estos puedan decidir ni cuestionarse unas normas que aparentemente no tienen su origen de ser en la sociedad. Para Castoriadis, no existe ningún tipo de trascendencia en lo social, es el propio ser humano el que instituye la sociedad por lo que él mismo puede activar un nuevo proceso instituyente.

Sintéticamente podríamos hablar de un anti trascendentalismo en lo filosófico, un antiesencialismo en lo ontológico, y un anti determinismo en lo teórico.

Segun Cornelius, esta sociedad y cualquiera, es una creación incesante y esencialmente indeterminada de figuras, formas e imágenes que se instituyen socialmente y se reproducen a sí mismas. Por lo tanto, las ideas que surjan de cada sociedad son producto del desarrollo histórico particular de cada una de estas, y en ningún caso estos comportamientos son extrapolables a un esencialismo humano que reporte algún tipo de conducta original. En este escenario, la posición central de las «relaciones de producción» en la vida social de esta sociedad es una fundación de la burguesía y un elemento de «su» institución histórica y social. Por ende no es posible hablar de un modelo de determinaciones valido para cualquier sociedad. Por lo que se vuelve infructífero hablar de un determinismo económico, y aun mas, no podemos hablar de sustancias separadas y fijas que actúen las unas sobre las otras en la historia, porque precisamente esta forma de proceder le corresponde a nuestra forma burguesa de ver la historia; la separación. Por tanto, hablar de economía, política, arte y cualquier esfera de la vida como forma separada de la vida social en general, es una representación de la institución social de ESTA sociedad y por lo tanto refleja el imaginario de quienes la crearon y de quienes la perpetuán. En este sentido la influencia de Castoriadis es irreprochable, puesto que coloca la critica a la heteronomía que gobierna nuestras sociedades como una crítica fundamental de la modernidad. Critica que autores como Guy Debord y Michael Foucault utilizan de base en su elaboración teórica.

Al final de su etapa en «Socialismo o Barbarie», decide abandonar su actividad militante para «repensar en profundidad el proyecto revolucionario».

Es ahí donde llega a una profunda critica al marxismo, tanto en su esencialismo (naturaleza humana inalterable) como en su determinismo teórico (economicismo) ya que para Castoriadis resulta inaceptable una doctrina que niega la posibilidad de pensar la historia como campo de creación. «Habiendo partido del marxismo revolucionario, hemos llegado al punto en el que había que elegir entre seguir siendo marxistas o seguir siendo revolucionarios; entre la fidelidad a una doctrina, que ya no anima desde hace mucho tiempo ni una reflexión ni una acción, y la fidelidad al proyecto de una transformación radical de la sociedad…» [1]

En este sentido cabe una crítica clara al marxismo como ideología que ha pretendido hegemonizar el espectro revolucionario con la idea de lo económico como motor de toda fuerza revolucionaria, haciendo creer a muchas generaciones de militantes que ha través del desarrollo de las fuerzas de producción se conseguiría el socialismo, lo que en todos los casos condujo a nada más que una recomposición aun más profunda del sistema, el surgimiento de la burocracia y la creación de un capitalismo de estado que cumplió el rol durante todo el siglo pasado y aun en nuestros días del «gran antagonista al capital», humo y mas humo que a todas luces solo puede encontrar afirmación en la realidad a través del espectáculo mismo que le otorga validez en tanto neutraliza las actitudes y movimientos reales de negación capitalista y superación de las condiciones históricas.

En este sentido, Castoriadis afirma que fue el determinismo económico lo que llevo a la teoría de Marx a una deriva totalitaria y con poca perspectiva revolucionaria, puesto que el materialismo histórico se ocupa de glorificar el desarrollo de las fuerzas de producción otorgándole a las superestructuras un papel pasivo que las transforma en meros apéndices de la estructura económica. Esta falta de altura filosófica, fue entre otras cosas, lo que condujo a todo una corriente a examinar mecánicamente la sociedad y a creer ciegamente en que la transformación de la sociedad se daría solo si se alcanzaba el aparato de Estado que es quien controla la economía, sin entender que las bases que constituyen al capitalismo son tanto materiales como espirituales. Las superestructuras no son inertes, son tan condicionantes como las bases materiales, por lo que se hace explicita la relación reciproca, la remisión circular ininterrumpida de los métodos de producción a la organización social y al contenido total de la cultura. Medios y fines deben ser coherentes con el proyecto revolucionario.

Pero retomando la cuestión de lo imaginario y su institución en la sociedad, Castoriadis va a decir que ya Marx había elucidado el tema de la institución social al plantear una paradoja de la que ni el mismo puede escapar. El «socio centrismo» concepto acuñado por Marx en el cual evidencia que toda expresión particular siempre será la expresión que refleje un momento histórico y social particular, y que cada época particular consigue evocar en las épocas que le preceden significaciones nuevas. Esta interpretación de la historia, nos lleva a entender la imposibilidad lógica de los determinismos, mas no nos impide poder medir ciertas causas que con el desarrollo de la técnica y el transcurso de la historia se nos es posible medir. Así y todo el desarrollo de los procesos históricos siempre va generando nuevas significaciones que van dando paso a creaciones sociales, estas son imposibles de medir pues representan el lado oscuro de la historia, todo aquello que nos es imposible prever. Y en este sentido encontramos las causas «no causales» como momentos esenciales del hecho social. Estas poseen dos niveles, «Imprevisibilidad de la acción» y «Comportamiento creador». Por tanto podemos evidenciar un encadenamiento causal múltiple, creador de significaciones que parecen dar la idea de un «espíritu trascendente» como si todas esas causales estuviesen ligadas de forma predeterminada. Lo que observamos según Castoriadis, no sería más que la incoherencia de las causales entre sí en conjugación con las significaciones dadas por los miembros de la sociedad, haciendo que estas encuentren una suerte de «lógica interna». Así podemos ver ejemplos como la creación de la maquina a vapor o el telar, centenares de burgueses orientados en la acumulación de capital, filósofos y físicos intentando analizar al mundo como una máquina, reyes intentando subordinar a los demás de forma cada vez mas catastrófica, todos hechos históricos aislados y otros no tanto que ahora tienen coherencia para nosotros, «el capitalismo», pero que en su momento fueron parte de las causales y no causales del devenir histórico, que produjeron un cumulo de significaciones imaginarias hasta dar con una especie de entidad histórica que es el capitalismo.

Por tanto y según Castoriadis «no puede haber teoría acabada de la historia, y la idea de una racionalidad total de la historia es absurda. Pero la historia y la sociedad tampoco son ir-racionales en un sentido positivo. […] lo no racional y lo racional están constantemente cruzados en la realidad histórica y social y este cruce es precisamente la condición de la acción»[2]

Llegamos al punto en que, si lo real histórico no es íntegramente racional, y tampoco un caos irracional, debemos movernos por las estrías de la historia, moviéndonos entre sus líneas de fuerza, entre la acción creadora y lo dado. Por tanto la discusión sobre la realización de un proyecto revolucionario debe ser desalojada del campo metafísico. Esto implica evitar consideraciones como «la revolución es inevitable» o «la revolución es imposible». Puesto que la discusión central y necesaria es la de gestar la POSIBILIDAD de transformar la sociedad en un sentido dado.

Si bien, cabe reconocer en su pensamiento el vislumbramiento de una posibilidad real de transformación radical a través de su análisis de la historia, también nos cabe su respectiva critica; cuando esboza ciertas líneas sobre su propuesta revolucionaria, se evidencia la tendencia del autor en pensar la Democracia como sistema organizativo aun presente en un futuro revolucionario , claro que bajo diversos adjetivos como «directa» o «real». Para nosotros la Democracia no guarda ningún significado que haya que prevalecer, de hecho es la ideología que SUSTENTA el orden espectacular en toda su cotidianidad, por tanto creemos que perpetuar su existencia solo conllevaría transportar un dique para el movimiento revolucionario, un peso que la haría tambalear o hundirse en cualquier momento, la única acción que nos respecta en cuanto a la Democracia es su subversión consciente y clara en la organización comunitaria no separada ni delegativa de la vida, donde la acción no sea puesta en duda según la cuantificación de sus miembros, sino por la cualidad del sentido de esta. Pero para nosotros las ideas son más efectivas que las idealidades, por tanto, creemos necesario expresar que gran parte de lo expuesto por Castoriadis es una herramienta interesante, un llamado a la reflexión acerca de la real posibilidad de instituir un cambio radical en la sociedad, incluso que contemple su destrucción, para así abrirse realmente al vislumbramiento de una comunidad real.


 

[1] Castoriadis, Cornelius «La Institución Imaginaria de la Sociedad» Pag.26

[2] Castoriadis, Cornelius «La Institución Imaginaria de la Sociedad» Pág. 127